Durante años, los creadores de contenido en redes sociales mostraron a Nueva York como un escaparate de cafés minimalistas, pisos con vistas increíbles de Central Park, desayunos perfectos en Williamsburg y terrazas para compartir matcha latte con el horizonte lleno de rascacielos de fondo. La ciudad era una urbe convertida en fondo de pantalla, donde la realidad quedaba fuera de plano. Pero un día el algoritmo cambió.
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“Hagan responsables a los malos caseros”, muestra Rachel Gaede, una influenciadora con medio millón de seguidores, en uno de sus videos en TikTok.
Los mismos influenciadores que hacían videos sobre cómo vestir o rutinas de yoga comenzaron a hablar de renta, transporte y precariedad, desmoronando la ficción neoyorquina que millones consumían a diario. Las cosas no estaban bien. En comparación nacional, los costos de vivienda en Nueva York son un 200 % más altos que el promedio de Estados Unidos y el costo de vida global de la ciudad es aproximadamente 70 % superior al promedio nacional.
Así que tiktokers populares a nivel local, como Gaede, Anthony Po, Kareem Rahma o Jake Schroeder, que antes se burlaban de la vida urbana con humor, terminaron discutiendo los desalojos o el colapso del metro. Detrás de ese cambio de miradas está una persona: Zohran Mamdani, hoy favorito a ganar la Alcaldía de la ciudad.
Este martes Nueva York, con sus elecciones locales, se convertirá en un laboratorio político para el futuro de Estados Unidos. Con dos demócratas en la papeleta, Mamdani y el exgobernador del estado Andrew Cuomo, este resultado definirá no solo el rumbo de la ciudad, sino también del Partido Demócrata. ¿Apoyarán la renovación o tradición? El presidente Donald Trump, que dio su apoyo a Cuomo pese a ser su rival, observa con ansias.
¿De dónde salió Zohran y por qué ha sido efectivo?
Zohran Mamdani, de 33 años, es diputado estatal por el distrito de Astoria, Queens, y uno de los rostros más visibles del ala socialista del Partido Demócrata. Su agenda combina justicia económica, vivienda digna y desfinanciación de la policía, con un discurso que busca conectar con los trabajadores, los inmigrantes y los jóvenes precarizados. Aboga por gravar a los ultrarricos, congelar los arriendos y ampliar el transporte público como derechos básicos.
Su campaña para la Asamblea de Nueva York en 2020 fue un laboratorio de su estrategia actual: organizó grupos de Whatsapp por bloques, asambleas digitales en Zoom y equipos que enviaban miles de mensajes personalizados cada semana. En Astoria, su equipo creó mapas de inquilinos afectados por los aumentos de alquiler y organizó jornadas para acompañarlos en audiencias judiciales. Sus elementos claves son las redes y hacer que quienes están en ellas se apropien para crear participación.
Para Mamdani, la política no es un espectáculo ni un trámite institucional, sino una forma de reconstruir el tejido social desde lo cotidiano. Su narrativa digital se compone de fragmentos de vida diaria. Baila en la calle, responde preguntas sobre alquiler o comparte historias de neoyorquinos. Todo bajo una lógica clara: si Trump logró que la política pareciera entretenimiento, él busca que el entretenimiento vuelva a ser político. Su cuenta de Instagram, por ejemplo, alterna mensajes sobre transporte público con memes de “The Office” o referencias a “Succession”. Así atrajo la atención de creadores de contenido. ¿Eso no es viejo?
Aunque Kamala Harris y otros demócratas también intentaron apropiarse del lenguaje de los memes, lo hicieron desde arriba, como una capa de marketing para suavizar un mensaje tradicional. Con Mamdani ocurre lo contrario: los memes no son decoración, sino un vehículo de educación política. Su éxito no radica en “parecer cercano”, sino en hablar desde la cercanía real, desde la experiencia de quien toma el metro o teme un aumento de renta. Ahí fueron claves los creadores de contenido.
Un nuevo estilo que genera división
Mamdani entendió que los influenciadores no son accesorios de campaña, sino los nuevos organizadores comunitarios, así que hizo que hablaran de la ciudad. Mientras Cuomo, su rival, gastó millones en anuncios dirigidos y bots, el equipo Mamdani no contrató agencias ni compró anuncios. Prefirió apostar porque su mensaje reflejara lo que vivían los ciudadanos y que ellos mismos, como creadores de contenido que hablan desde sus barrios, desde bodegas, desde el metro, participaran de su ecosistema de propaganda.
“Construimos una campaña donde la gente se sintiera escuchada, no sermoneada”, dijo Mamdani en una entrevista con Jacobin.
La estrategia de Mamdani se basa en un terreno que históricamente ha definido victorias: la economía real, el costo de la vivienda, los problemas cotidianos de la clase trabajadora y los jóvenes precarizados. Ese fue el mismo terreno que Trump supo capitalizar durante años, transformando el resentimiento económico en identidad política.
Sin embargo, muchos en el “establishment” demócrata lo han rechazado o se han resistido a darle apoyo. El miedo de que su etiqueta de socialista y su estilo disruptivo puedan volverse un riesgo en distritos claves para las midterms de 2026 es la principal razón.
“El Partido Demócrata tiene que tener muy claro que si Mamdani se vuelve la bandera del partido, se complican los midterms”, señaló Marco Frieri, exasesor de la campaña de Kamala Harris.
Su victoria en la primaria de Nueva York no solo agitó la base progresista, sino que también encendió las alertas de moderados y donantes tradicionales que ven en su estilo un blanco perfecto para que la oposición diga que los “demócratas demasiado extremos”.
Si Mamdani finalmente alcanza la Alcaldía, es claro que se convertirá en un objetivo enorme para la narrativa opositora: un socialista, hijo de migrantes, musulmán, que encarna muchos de los temores que Trump ha cultivado en su base sobre un “enemigo interno”.
Pero curiosamente el mismo miedo que los moderados sienten ha llevado a algunos a actuar como el propio Trump: poner en el centro de la conversación los puntos débiles de Mamdani, amplificando sus rasgos más polémicos, como su silencio frente a gobiernos autoritarios, y dejando claro que, pese al éxito, la base progresista todavía debe pelear por imponer su agenda dentro del partido.
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