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En medio de los fuertes cuestionamientos a la política antidrogas de Colombia, el Ministerio de Relaciones Exteriores lanzó La Hoja que Une, un libro desarrollado en conjunto con el Instituto Caro y Cuervo que busca desmontar el estigma histórico asociado a esta planta y reivindicar su valor ancestral, científico y simbólico en los territorios andino-amazónicos.
En el prólogo de la obra, la canciller Rosa Yolanda Villavicencio afirmó que La Hoja que Une “endulza la conversación sobre la hoja de coca” al reconocer los saberes ancestrales y la dimensión espiritual que rodean su uso tradicional.
En la misma línea, el viceministro de Asuntos Multilaterales, Mauricio Jaramillo Jassir, sostuvo que el libro abre un diálogo necesario para desmantelar prejuicios y entender la coca como parte integral de la identidad cultural y territorial del país.
Cada volumen aborda una dimensión distinta del debate: la hoja de coca en la política exterior colombiana; su papel en los saberes y culturas del país; y su análisis desde la ciencia y la creación artística. Las páginas están acompañadas por fotografías e ilustraciones de artistas como Jorge Panchoaga, Stephen Ferry y Nadège Mazars.
El proyecto, impreso por la Imprenta Nacional de Colombia, se presenta en un estuche que incluye tres tomos en tapa dura, un glosario, un afiche y un set de postales en edición bilingüe (español–inglés).
Entre los colaboradores figuran investigadores y creadores de reconocimiento internacional, como el antropólogo Wade Davis y la académica Catalina Ceballos Carriazo. En uno de los textos, Davis afirma que “negar a los pueblos indígenas de los Andes el acceso a la coca es un acto de genocidio cultural”, una declaración que resume el enfoque descolonizador de la publicación.
La presentación del libro, realizada en Bogotá en un acto cultural, se inscribe en una estrategia más amplia de diplomacia cultural con la que el país pretende reposicionar la discusión internacional sobre la coca, tradicionalmente asociada al narcotráfico, y poner en el centro los sistemas de conocimiento, espiritualidad y resistencia de los pueblos indígenas.
En mayo, Colombia solicitó ante la ONU la exclusión de la hoja de coca de la lista de estupefacientes de la Convención Única sobre Estupefacientes de 1961. La medida, impulsada por el Gobierno de Gustavo Petro y respaldada por Bolivia, buscaba reconocer la importancia cultural y tradicional de la planta y diferenciarla de la cocaína, según registró la DW.
Sin embargo, esta dirección llega en un momento complejo. Las 253.000 hectáreas de cultivos de coca registradas en el país han sido utilizadas por Estados Unidos como argumento para criticar los resultados del actual enfoque gubernamental, e incluso para incluir al presidente Petro en la denominada Lista Clinton. Según la misma ONU, las incautaciones siguen siendo bajas y El País de España reportó esta semana que el gobierno nacional ha inflado la cifra de hectáreas sustituidas.
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