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Janeth escapó de la violencia en Colombia; ahora enfrenta la desaparición de su hija en México

Janeth huyó de Bogotá en 2021 para proteger a sus hijas de años de violencia intrafamiliar, pero el 30 de octubre de 2025 una de ellas, Sharick, desapareció en Jiutepec, Morelos. Esta mamá ahora enfrenta un nuevo dolor lejos de su país.

Margarita Solano/ Editora de Estados de La Silla Rota

20 de noviembre de 2025 - 06:00 a. m.
Sharick Staicy Bonilla Díaz llegó a México en abril de este año.
Foto: Cortesía
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Janeth Díaz llegó a Jiutepec, Morelos, buscando un refugio. Había escapado de Bogotá, Colombia, en el año 2021, tras años de violencia intrafamiliar ejercida por el padre de sus tres hijas. Pensó que al cruzar la frontera podría cerrar ese capítulo oscuro. Sin embargo, el 30 de octubre de este año, la vida volvió a quebrarse: su hija del medio, Sharick Staicy Bonilla Díaz, desapareció sin dejar rastro. Desde entonces, Janeth revive el mismo miedo que creyó haber dejado atrás.

La historia de Janeth comenzó hace años en la capital colombiana. “Decidí salir del país para preservar mi integridad y la de mis hijas”, recuerda en entrevista para La Silla Rota. La inmigrante llegó sola a Morelos, luego de que el padre de las niñas se negara a firmar el permiso para sacarlas de Colombia.

Fueron “años de abogados, papeleos y ahorros invertidos” hasta que finalmente pudo traer primero a Geraldine, la menor, y apenas hace siete meses a Sharick, hoy desaparecida. Mientras Janeth estaba en México, el padre biológico de sus hijas intentó obligarla a regresar: “Él les quitó a las niñas varias veces a mis papás. Era muy peligroso. Yo no me sentía segura”.

Janeth logró reunirse con ambas hijas poco a poco en un lapso de cuatro años. Geraldine, la menor, llegó primero; Sharick, la del medio, lo hizo en abril. “Ella no sabía que yo iba a ir por ella, fue de sorpresa”, cuenta. En Morelos, madre e hijas buscaban lo que la violencia les negó en Colombia: “Solo queríamos una vida tranquila”.

“Solo fue al parque… y no regresó”

Sharick salió de casa a las 12:30 de aquel jueves. Iba vestida con tenis viejos y una sudadera. Le dijo a su madre Janeth que solo iría al parque, “a media cuadra”, y regresaría para el almuerzo. Janeth la autorizó. “Ella ya había ido ahí varias veces, no había tenido problemas”, recuerda en entrevista. Pero a las dos de la tarde, cuando la comida estaba servida, la joven no volvió.

Tras insistirle por mensajes y llamadas, Janeth caminó hasta el parque, luego a la biblioteca, recorrió las calles cercanas. “Ya me di cuenta de que no estaba, y ahí comenzó mi angustia”, cuenta con la voz entrecortada.

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A las 2:30 p. m., mientras seguía buscándola, decidió enviarle una foto por WhatsApp, solo para que Sharick la viera y respondiera. Lo hizo. “Ma, borre esa foto que me está boleteando”, contestó la joven. En palabras colombianas, “boletear” es exhibir.

Minutos después, Sharick envió otro mensaje: “Ma, estoy en Cuautla”. Janeth no entendía cómo ni por qué su hija había salido de Jiutepec sin avisar. Los mensajes de textos eran desconectados, extraños. Sharick hablaba de “conseguirse una pieza”, de que quería vivir sola. Janeth intentó tranquilizarla: “Le dije: ‘Si quieres irte a vivir a otra parte, yo te acompaño, no te voy a obligar a estar conmigo’. Pero ella decía que quería pensar las cosas”.

A las 11:30 p. m., después de pedirle una foto y un audio, la comunicación se cortó. El celular dejó de responder. Al día siguiente, el viernes 31, a las 8:10 a. m., Sharick escribió un breve saludo. Fue el último mensaje que la madre reconoce como suyo.

Chats, una foto borrada y un audio que no calma

Esa misma noche, casi a medianoche, el teléfono de Sharick escribió, pero ya no era ella. El mensaje llegó al celular de Geraldine, la hermana menor. “Pensamos que era ella, pero no. Era la otra persona”.

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Quien escribía pedía dinero: primero 500 pesos “para el bus”, luego 1.500. Decía que Sharick estaba en Nuevo Laredo, Tamaulipas, y que “la estaba ayudando”. Mandó una foto que Janeth alcanzó a ver: “Era ella, pero la borró de inmediato”. También llegó un audio breve que decía: “Hola, Geral, yo estoy bien”. Después, silencio.

La madre y su nueva pareja buscaron por su cuenta a Sharick en hoteles, zonas de tolerancia, puntos de venta de drogas, colonias peligrosas. Consultaron incluso a un hacker y a una vidente. Nada. “Es desesperante no saber si comió, si durmió bien, si le están haciendo daño”, dice Janeth.

La Fiscalía asumió que era una pataleta

Cuando acudió a la Fiscalía de Morelos, Janeth entregó todo: el número del celular de su hija, ubicaciones, redes sociales, contactos y testimonios. La respuesta inicial fue frustrante. “Asumieron que era una pataleta, que se había ido con un novio”, lamenta la madre porque su hija que apenas llegó hace siete meses, y “no conocía la zona, no sabía moverse sola, no tenía amistades”.

Recientemente, la Fiscalía de Morelos le mostró a Janeth las sábanas de geolocalización del teléfono celular de su hija y demostraron que salió de Morelos desde el momento en que salió del parque el jueves 30 de octubre. Para el viernes 31, a las 6:00 a. m., su dispositivo ya estaba en la frontera entre México y Estados Unidos. Allí permaneció activo hasta el lunes 3 de noviembre, cuando la señal se apagó definitivamente.

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De acuerdo con el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO), Morelos acumula 2.071 desapariciones desde 1952 hasta este 19 de noviembre de 2025. Tan solo este año, entre enero y octubre, el estado registra 231 nuevos casos, un aumento del 20 % con respecto a 2024. Las principales víctimas: mujeres adolescentes y hombres jóvenes.

En medio de ese panorama, Janeth intenta sostenerse. Dice que repasa una y otra vez cada decisión, cada paso, cada señal. No encuentra respuestas.

“Quizás por eso cayó en una red, no sé. Pero yo la traje para que estuviera bien, no para esto”, afirma con la voz entrecortada. A miles de kilómetros de la violencia intrafamiliar que la expulsó de Colombia, la desaparición de Sharick la confronta con un dolor profundo del que creyó haberse alejado para siempre.

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