La administración Obama anunció ayer un paquete de sanciones económicas contra altos funcionarios del gobierno ruso, así como contra una institución financiera considerada el banco personal de los altos cargos del Kremlin. Hasta el momento, estas son las acciones más duras que ha emprendido el gobierno de Estados Unidos como represalia por la invasión y anexión de Crimea, que ya obtuvo el visto bueno de la cámara baja del parlamento ruso.
Las sanciones (primordialmente el congelamiento de bienes en Estados Unidos) cobijan a funcionarios como Sergei Ivanov, director del servicio de inteligencia militar, y Vladimir Yakunin, presidente de la compañía estatal de ferrocarriles y gran amigo del presidente ruso, Vladimir Putin.
Hasta acá todo muy bien, salvo que algunos de los sancionados pueden no tener bienes en el extranjero por cuenta de un cambio en la legislación rusa que dese el año pasado obliga a ciertos altos cargos a mantener su dinero en Rusia. Esto por dos razones: la primera, para permitir un control más cercano por parte del Kremlin (y así asegurar lealtad a Putin), y la otra, para aislar a figuras claves de sanciones como las implementadas por Estados Unidos.
El juego de sanciones contra Rusia es un asunto arriesgado desde el punto de vista financiero, pero lo es aún más en el terreno político, pues Putin, paradójicamente, puede ser un factor de estabilización en temas como las negociaciones para el desarme nuclear de Irán y, primordialmente, en la guerra en Siria.
Un enfrentamiento abierto entre ambos países (en el terreno de las sanciones económicas) debilitaría la posición de la coalición formada para negociar con Irán su eventual desarme nuclear. El grupo está conformado por los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, además de Alemania. “El problema es que Irán se sentirá mucho menos presionado a ceder si siente que el grupo se está desmoronando”, le dijo al diario The New York Times Gary Samore, exconsejero del equipo de seguridad nacional de la administración Obama.
Las negociaciones con Irán, que entraron en una nueva fase de conversaciones esta semana, arrancaron formalmente en noviembre del año pasado, cuando se logró un acuerdo inicial que liberó casi US$5.000 millones en efectivo para el uso de Irán a cambio de que este país limitara su enriquecimiento de uranio al 20% de su capacidad actual.
En el frente de Siria, la situación de la comunidad internacional es aún más precaria porque, aparte de Irán, el otro gran aliado del gobierno sirio es Putin, quien terminó salvando la jornada al proponer el desarme químico de Bashar al Asad en momentos en que la administración Obama se preparaba —sin autorización del Congreso— para utilizar la fuerza como respuesta al ataque con gas sarín de Al Asad contra civiles.
Si bien la guerra en Siria ha llegado a un punto de no victoria militar, la intervención de Rusia en el conflicto (a través del envío de armas, por ejemplo) quizá podría terminar por inclinar la balanza a favor de Al Asad, lo que supondría una derrota diplomática de gran calado para Estados Unidos y la comunidad europea.
Las sanciones
Además del congelamiento de bienes impuesto por Estados Unidos a 20 altos funcionarios del Kremlin y un banco ruso, la Unión Europea frenó hace unas semanas un acuerdo para la exención de visado a ciudadanos rusos en la Comunidad, así como un nuevo tratado de relaciones entre el bloque y Rusia. Los líderes del grupo celebran desde ayer una cumbre para discutir la situación de Ucrania y Crimea. El gobierno de Putin impuso a su vez restricciones de viaje a tres asesores de Barack Obama, así como a líderes políticos entre los que se encuentran el senador John McCain y Harry Reid, líder demócrata en el Senado.