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En Gaza, más de 67.000 personas han sido asesinadas desde el inicio de la ofensiva israelí el 7 de octubre de 2023, tras el ataque de Hamás. Esta cifra no representa solo estadísticas, sino familias enteras que han desaparecido en un solo bombardeo, dejando hijos huérfanos y desplazados en medio de la guerra, en una cadena de acciones que ha sido catalogada por observadores internacionales como un genocidio.
Antes de estos ataques, Gaza contaba con una población de 2,3 millones de habitantes. Ahora, las muertes y los heridos equivalen aproximadamente al 10 % de ello. Además, la ONU señaló que muchas de las víctimas no solo se han registrado tras las acciones militares israelíes, sino también luego del uso del hambre como arma de guerra, ya que la muerte por inanición se mantiene en el enclave palestino.
Gracias a un análisis de The Guardian sobre “el costo de la guerra para Gaza y su gente” se puede entender en mayor profundidad cómo los ataques israelíes han devastado el territorio y la vida de sus habitantes.
Las cifras oficiales indican que más de 168.000 personas han resultado con heridas graves y complejas, similares a las lesiones que suelen enfrentar soldados en medio de combates intensos, según un estudio médico reciente.
La revista The Lancet advirtió que muchas de las muertes se deben a la falta de refugios y medicinas, al hambre, a la propagación de enfermedades infecciosas y a la escasez de insumos para atender a los heridos y enfermos.
Hasta el mes pasado, solo 14 de los 36 hospitales en Gaza estaban operando en cierta medida. Los informes de los médicos locales citados por el diario británico revelaron que la ocupación de camas alcanzó el 240 % en el hospital Al-Shifa y el 300 % en el hospital Al-Ahli.
Además, la inteligencia militar israelí filtró que, hasta mayo, el 80 % de los fallecidos en Gaza eran civiles. De hecho, entre las más de 67.000 víctimas mortales se cuentan al menos 20.000 niños, aproximadamente el 2 % de la población infantil del enclave.
El reporte del medio de comunicación también destacó que el 95 % de la población (2,1 millones de personas) ha sido desplazada y que el 78 % de las viviendas están dañadas o destruidas. Al menos el 80 % del territorio gazatí está en “orden de evacuación militar israelí, en zonas de combate o vedadas a los palestinos”.
Los sobrevivientes permanecen en refugios o tiendas de campaña, colapsados por la cantidad de personas, y más de un millón de individuos carecen de acceso a agua potable, con menos de seis litros diarios por persona en muchos casos.
Desde 2023, más de 745.000 estudiantes han quedado sin la posibilidad de poder asistir a clases, ya que más del 90 % de los edificios escolares y el 60 % de los centros de formación profesional han sido destruidos.
Las escuelas, como las gestionadas por la UNRWA, se han convertido en refugios improvisados para los desplazados, aunque continúan siendo atacadas por Israel, muchas veces sin previo aviso para que las personas puedan evacuar.
La situación humanitaria se ha agravado por las restricciones israelíes a la entrada de ayuda, a pesar de que el país niega esas limitaciones. La misión de activistas conocida como la flotilla Global Sumid, que resultó interceptada cuando intentaba suministrar apoyo a los palestinos, es un claro ejemplo de ello.
Además, a una organización respaldada por Estados Unidos e Israel, la controvertida Fundación Humanitaria de Gaza, se le han atribuido más de 1.000 muertes bajo fuego israelí. En medio del caos por la alimentación, se ha conocido de la existencia de bandas que saquean los insumos disponibles, aunque también hay multitudes desesperadas por la escasez.
Por otra parte, el impacto ambiental es alarmante: en Gaza se ha perdido el 97 % de los cultivos arbóreos, el 95 % de los matorrales y el 82 % de los cultivos anuales, lo que imposibilita la producción de alimentos a gran escala.
Solo el 1,5 % de las tierras puede cultivarse actualmente, debido a residuos tóxicos de incendios y municiones que contaminan el suelo y el agua, según la ONU. Un informe de esa misma entidad advirtió que “la situación va de mal en peor, y, si continúa así, dejará un legado de destrucción ambiental que afectará la salud y el bienestar de las generaciones futuras en Gaza”.
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