¿La democracia de Estados Unidos está en riesgo con Donald Trump?

El actual mandatario plantea un fuerte debate en el Partido Republicano. Por un lado, es la llave para mantener el poder, por el otro, podría ser una amenaza directa y definitiva contra la democracia del país.

Nicolás Marín Navas
06 de febrero de 2020 - 02:00 a. m.
Durante el cierre del tercer discurso del Estado de la Unión de Donald Trump, que se llevó a cabo el pasado martes, la presidenta demócrata de la Cámara baja de EE. UU., Nancy Pelosi, rompió frente al mandatario la copia de su discurso.  / AFP
Durante el cierre del tercer discurso del Estado de la Unión de Donald Trump, que se llevó a cabo el pasado martes, la presidenta demócrata de la Cámara baja de EE. UU., Nancy Pelosi, rompió frente al mandatario la copia de su discurso. / AFP

La pregunta que durante estos meses corroe al Partido Demócrata es si puede ganarle a Donald Trump las elecciones presidenciales que se llevarán a cabo en noviembre de este año. ¿Quién puede luchar contra un perfil de político inédito en el cargo de Estados Unidos? La respuesta se encuentra en un mar de aguas desconocidas, que se formó hace tiempo y que responde a un lento proceso de degradación institucional y del sistema electoral que llevó a que los mecanismos para mantener al margen a extremistas o candidatos antisistema se quebraran.

Para muchos, la democracia estadounidense está ante un riesgo inminente, a pesar de que muchas de las promesas que Trump hizo durante su campaña se han cumplido. Puede ser un error pensar que antes de este presidente no hubo aspirantes que contaran con el apoyo público necesario para llegar a la Casa Blanca. Todo lo contrario, durante toda su historia republicana han existido polémicos personajes que salpicaron el paisaje político del país. De hecho, se estima que durante la década de 1930 existían en Estados Unidos hasta 800 grupos de ultraderecha.

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Uno de los casos más recordados es el del padre Charles Coughlin, un sacerdote que durante esos años envió mensajes antisemitas a más de 40 millones de personas que conformaban la audiencia de su programa radiofónico. Sin embargo, ni él ni otra figura del estilo lograron llegar a las altas esferas de la política. ¿Por qué? Los profesores de ciencia política de la Universidad de Harvard Steven Levitsky y Daniel Ziblatt afirman que se trató de una fuerte resistencia ejercida por los partidos políticos.

De hecho, en su libro Cómo mueren las democracias afirman: “El motivo para que los partidos no escogieran extremistas no era la elevada moralidad de la cúpula del partido, sino que a los ‘jefes’, como los llamaban en la oposición, les interesaba seleccionar apuestas seguras con opciones de ganar. Principalmente, era su aversión al riesgo lo que les impulsaba a esquivar a los extremistas”. En efecto, durante muchos años, los candidatos a la presidencia se elegían en los famosos cuartos de humo, es decir, espacios que detrás de las asambleas y las reuniones oficiales terminaban perfilando los nombres finales que entrarían en la contienda electoral.

La forma como este año se están llevando a cabo los caucus, es decir, las asambleas de partidos en las que se decide qué candidato recibirá la nominación a la presidencia, es reveladora. Mientras Trump tuvo una resistencia simbólica en su partido, los demócratas están empantanados, sin un panorama claro, tal como quedó demostrado con el caucus de Iowa celebrado esta semana, donde sorpresivamente tomó la delantera Pete Buttigieg. La facilidad con la que el republicanismo cedió por segunda vez, poniendo en juego tradiciones que mantuvieron la estabilidad política por décadas, pone en manifiesto las concesiones que son capaces de hacer con tal de mantener el poder.

En conversaciones con este diario, Levitsky expuso su posición sobre cuál sería el tipo de candidato con más opciones de enfrentarse a Trump: “Sanders probablemente no sea la mejor solución, ya que los candidatos ideológicamente extremos tienden a tener peores resultados en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. La historia (y las encuestas) sugieren que a un candidato más moderado le iría mejor. Es una carrera de 50-50 en este momento: cualquier lado podría ganar”.

Hace algún tiempo las cosas empezaron a cambiar dentro de la política estadounidense. Para los profesores de Harvard, el fenómeno es el resultado de una serie de cambios políticos y sociales que se fueron acumulando poco a poco. “Aunque muchos factores contribuyeron al sensacional éxito político de Donald Trump, su acceso a la presidencia es, en buena medida, una historia de ineficacia de los filtros de protección. Los sistemas de cribado del partido fallaron en tres momentos claves: las primarias invisibles, las propias primarias y las elecciones generales”, afirman.

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Con primarias invisibles los expertos se refieren al proceso previo de conseguir la candidatura, el cual necesita “imponerse en las primarias, para lo cual, a su vez, se necesitaba dinero, una cobertura en prensa favorable y gente trabajando sobre el terreno en todos los estados”.

Por otra parte, el Partido Republicano y el Demócrata dejaron de ser movimientos plurales en su interior. En los últimos años se ha comenzado a crear una brecha fundamental que los aleja de tener una simple contienda política. Se trata de una división marcada por las creencias religiosas, la geografía y los estilos de vida. En otras palabras, se convirtió en una cuestión de identidad. No es casualidad que un estudio del Pew Research Center del 2016 asegure que el 49 % de los republicanos y el 55 % de los demócratas afirmen tenerle miedo al otro partido.

Las reglas no escritas

 

El político, historiador y escritor británico James Bryce afirmó en algún momento que la Constitución de Estados Unidos no funcionaba precisamente por las normas que llevaba en su interior, sino por las reglas no escritas. Estas son justamente las que han comenzado a desaparecer bajo el gobierno de Trump.

Se trata de la tolerancia mutua y la contención. La primera hace referencia a que ambos partidos políticos se reconocen como enemigos legítimos y por lo tanto establecen límites de respeto que son irrebasables. La segunda establece que se debe evitar realizar acciones que, si bien respetan la ley escrita, vulneran ciertos valores implícitos.

Para encontrar infracciones a la tolerancia mutua por parte de Trump basta recordar eventos como los ataques hacia Hillary Clinton durante su campaña presidencial de 2016, cuando afirmó: “Ella no tiene la apariencia. No tiene la resistencia física. Tienes que ser capaz de negociar nuestros acuerdos comerciales”, o cuando ha validado la violencia contra opositores en mítines.

Los votantes de Trump, sin embargo, defienden este tipo de situaciones. Un joven entrevistado hace unos años por la BBC declaró: “Puede haber personas a las que no les guste, y no tienen que votar por él o ir a sus actos, pero sí pueden dejar ir a quienes lo apoyan o quieren escuchar opiniones diferentes. Respetemos la libertad de expresión. No tenemos que callar un discurso con el que no estamos de acuerdo”.

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¿Se pueden recuperar ambos valores en la política estadounidense? Consultado por este diario, Levistky afirmó: “Esa es la gran pregunta. El sistema electoral no es realmente el problema. La polarización puede ocurrir bajo cualquier sistema electoral. Pero los republicanos deben dejar de ser un partido cristiano exclusivamente blanco. Esa es la forma más segura de restaurar la tolerancia mutua”.

El perfil antidemócrata

Hay veces en que es fácil descubrir a un candidato que pondrá en peligro la democracia de un país en la presidencia. Sin embargo, en la mayoría de ocasiones es imposible predecir lo que ocurrirá, al menos durante la campaña.

Una vez en el cargo, son cuatro las principales medidas que se pueden tener en cuenta para detectar a este tipo de mandatarios: un débil compromiso con las reglas democráticas de juego, es decir, poner en duda al sistema electoral, negar la legitimidad de los adversarios, tolerar o incentivar a la violencia, y la predisposición a restringir libertades civiles o de sus críticos, categoría en la que está incluida la prensa.

Según Levitsky y Ziblatt, Trump sencillamente se rajó en cada una de ellas. Ahora, la suma de los procesos históricos con una figura tan impredecible como la suya deja un panorama difícil y polarizado para Estados Unidos, tanto así que los profesores creen que Trump será reelegido y que aumentará el caos institucional.

“Conforme la tolerancia mutua desaparece, los políticos se sienten más tentados de abandonar la contención e intentar ganar a toda costa”, rematan los expertos.

Por Nicolás Marín Navas

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