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Torre de Tokio: deterioro elegante

Columna para acercar a los colombianos a la cultura japonesa.

Gonzalo Robledo * @RobledoEnJapon / Especial para El Espectador, Tokio
14 de noviembre de 2021 - 02:00 a. m.
Ventana tradicional en Kioto dignificada con la pátina del tiempo.
Ventana tradicional en Kioto dignificada con la pátina del tiempo.
Foto: Foto de Gonzalo Robledo

Quienes de niños heredamos ropa y juguetes usados por hermanos, primos o incluso padres y tíos, no tenemos más remedio que solidarizarnos con esa admiración que sienten en Japón por lo vetusto, desgastado, remendado y, a veces, cutre. El amor por el deterioro alcanza categoría de ideal estético y lo llaman Wabi-sabi, término que los extranjeros confundimos a menudo con el adobo picante del sushi llamado wasabi. (Recomendamos leer más columnas de Gonzalo Robledo sobre Japón).

Los ejemplos iniciáticos más citados de Wabi-sabi son la taza para la ceremonia del té desportillada y el musgo acumulado sobre las piedras a la intemperie de un jardín zen.

Ambos deben inspirarnos sobriedad y melancolía pero, sobre todo, mostrarnos la imperfección de las cosas y el paso del tiempo, sentimientos muy similares a los que despertaban en mí los pantalones recortados de mi hermano seis años mayor.

Se dice que los fundamentos del Wabi-sabi entraron a Japón desde China en el siglo XV. Pero como los antiguos japoneses consideraban el exceso de palabrería un obstáculo para la comprensión, lo dejaron sin una definición propiamente dicha. Buscarla hoy en las calles de Tokio despierta la misma reacción huidiza que, presumo, encontraría quien en Apartadó pidiera a sus ciudadanos verbalizar el sabor exacto del banano maduro.

Los niños japoneses aprenden que entre los siglos XV y XVI, los venerados maestros de la ceremonia del té adoptaron el Wabi-sabi cuando rechazaron el fasto barroco de las porcelanas importadas de China y adoptaron las tazas rústicas de los artesanos locales. Si el canon clásico ilumina un recorrido por la Grecia antigua o la Italia del Renacimiento, el Wabi-sabi puede ser un compañero de viaje ideal para disfrutar un recorrido apreciando curtidas ventanas de madera en Kioto o para embelesarnos con una descascarada estatua de Buda.

Como pasa con el realismo mágico (que al buscarlo en Google en español arroja poco más de un millón de resultados, frente a las 231 millones de entradas en inglés), el Wabi-sabi incita a multitud de expertos extranjeros a teorizar en blogs, tratados, manuales, videos y documentales, donde se encuentran explicaciones como “la gracia de las cosas humildes y sencillas”, “lo imperfecto es bello” y “el elegante deterioro que acompaña el paso del tiempo”.

Los que tienen el armario lleno de ropa vieja y objetos decrépitos o inútiles que considera nobles, están pisando ya la senda del Wabi-sabi. Los que no, podemos recordar que la frase memento mori, que susurraban los romanos al oído del victorioso general de turno para recordarle que era mortal como todos, lleva la esencia del Wabi-sabi al ofrecer una cura de humildad.

* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.

Por Gonzalo Robledo * @RobledoEnJapon / Especial para El Espectador, Tokio

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