El Magazín Cultural

Evocación a mi padre en cada uno de los que se van

Desde un apartamento en Madrid (España), donde lleva varias semanas esperando noticias sobre la salida progresiva a la calle, la autora evoca la muerte de su padre Iván Quintero, sucedida hace diez años, pues en cada pérdida que se reporta por el nuevo coronavirus sabe que, como ella, hay muchas conversaciones que están quedando truncadas.

Paula Quintero /Especial para El Espectador
19 de abril de 2020 - 11:32 p. m.
"Ya no quiero que te preocupes papá, la tristeza ya se ha ido, aunque no del todo, pero ahora te pienso sin lágrimas. Has sanado en mí".  / Archivo particular
"Ya no quiero que te preocupes papá, la tristeza ya se ha ido, aunque no del todo, pero ahora te pienso sin lágrimas. Has sanado en mí". / Archivo particular

Nunca me atreví a escribir nada para ti, porque solo el hecho de pensar que no ibas a leerme, me mataba. El escritor Héctor Abad Faciolince en su libro El olvido que seremos plasmó una de las verdades más grandes cuando dijo: “casi todo lo que he escrito lo he escrito para alguien que no puede leerme”. Es así como me he sentido la mayor parte de mi vida, con logros a medias, porque has faltado tú. (En las noches, desde mi balcón en Madrid)

Me animé a escribirte esta carta desde el encierro porque luego de diez años, hay mucho de qué hablar. Quiero contarte que me gradúe en periodismo y descubrí que escribir apasiona. Al inicio, me asustaba un poco, porque al hacerlo, no puedo ser otra persona más que yo misma.  Pero escribiendo entendí que llevaba un dolor conmigo, la pena de tu ausencia y el peso de nunca habernos despedido.

Ese domingo en que te fuiste, hace diez años, el 18 de abril de 2010 a las siete de la noche, llovió muy duro. Mi mamá dice que esa fue tu forma de decir adiós. Me costó durante mucho tiempo dejarte ir. Como si por decisión propia hubiera querido mantener esa herida abierta. No quería hablar de ti. Mi casa se detuvo en el tiempo. Sin tus palabras, el silencio se hizo ensordecedor. (La vida (en pareja) como la conocemos en medio de la pandemia)

Ya no quiero que te preocupes papá, la tristeza ya se ha ido, aunque no del todo, pero ahora te pienso sin lágrimas. Has sanado en mí. Pero todavía te busco, a veces en la música que escuchabas, en los programas que veías, en tu ropa. Estos días busqué fotos de los dos y no hay muchas, así que voy a retratarnos, pero en palabras, en muchos versos para que el mundo nos conozca.

Busco en mí lo que heredé de ti. En mi hermano, doce años mayor, y en mamá, quienes dicen que con el tiempo nos parecemos más. Eso me agrada, de alguna manera siento que te llevo conmigo. Que siempre estamos juntos. A veces, entre todos, pasamos noches enteras recordándote, hablando de ti, contando historias. Te seguimos extrañando Iván Quintero.

No sé si lo sabes, con seguridad sí, pero el mundo por estos días está al revés. Hay una pandemia, un virus, el Covid 19, y la mayoría de países está en cuarentena. Llevo un mes encerrada en España, conmovida por las pérdidas que sufre la humanidad. Y cuando pienso en los que pierden, como yo te perdí, te evoco en cada separación, en cada historia interrumpida, en cada plan que se quedó en palabras. (La COVID-19 y los nuevos desafíos para la ciencia moderna)

Nos faltó, nos faltó mucho. Hoy me pregunto, cómo te sentirías en estos tiempos teniéndome lejos de casa ¿Qué habrías hecho? ¿Estarías tranquilo ahora? Hace días hablé con tu hermano, mi tío y lloré. No pude terminar de escuchar su mensaje, porque su voz es muy parecida a la tuya. Eras tú preguntándome cómo estaba en España, que pasaba en Madrid, pidiéndome encarecidamente que me cuidara.

Estoy bien y todos en casa están bien. La abuela Elizabeth dice ahora en videollamada que soy su nieta preferida, pero tengo sospechas de que no es así, aunque nos hace reír con sus ocurrencias. El abuelo Santiago sigue cuidando sus plantas, el vivero es su vida. Las tías están perfectas, mamá lo ha hecho bien, y mi hermano es tu vivo retrato, por la forma como camina, como habla, por sus manos que son tus manos. Todos nos la hemos arreglado para sobrevivir a que no estés. (La colombiana que busca la vacuna contra el coronavirus)

Ten paciencia padre mío, es verdad que me suelo equivocar mucho, pero trabajo también bastante por arreglar mis errores. Te amo, te sigo llevando en el alma. Ahora, me cuido en esa crisis, pero Dios es mi refugio y guía, el que me levanta y da vida. Gracias Papá, gracias por haber sido quien fuiste y dejarme recuerdos, siempre seremos tu y yo, caminando a la salida del colegio, comiendo helado, o tomados de la mano.

Por lo pronto continuó esperando a que la cuarentena pase. Creo que las autoridades van a permitir que la gente salga progresivamente, pero habrá muchos cambios. Será como olvidar las viejas formas de interactuar unos con otros y de aprender de nuevo a convivir. Por ahora no hay cura contra el coronavirus, y se cree que en un año tal vez ya la tengamos. Nos queda, como dijo Albert Einstein, “dos maneras de vivir: una como si nada fuera un milagro, y la otra, como si todo lo fuera”.   

Por Paula Quintero /Especial para El Espectador

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar