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Jairo Estrada: "Debemos apostarle a contar historias sin miedo"

El director y productor colombiano de cine y televisión, invitado al ciclo de conferencias de cine y fotografía "Imágenes en Diálogo" de Zona Cinco, habló con El Espectador sobre las apuestas del gremio audiovisual para este presente y los retos que podría afrontar con la Ley de economía naranja y la Ley de convergencia.

REDACCIÓN CULTURA
12 de enero de 2019 - 06:57 p. m.
El director Jairo Estrada, quien ha trabajado en producciones como Pescaito, Infieles, Regreso a la guaca, Cimarrona, Peruco, entre otras. / Cortesía
El director Jairo Estrada, quien ha trabajado en producciones como Pescaito, Infieles, Regreso a la guaca, Cimarrona, Peruco, entre otras. / Cortesía

Con el nombre "Plata sí hay: ¿Cómo financiar un proyecto audiovisual?", el cineasta colombiano presentará una conferencia en el Estudio de cine y fotografía Zona Cinco el próximo martes 15 de diciembre. Los interesados deberán inscribirse previamente en la página web /www.zona-cinco.com/dialogo19. Entre los temas que tratará en la conferencia, se encuentra la influencia de la economía naranja y de la Ley de convergencia en los proyectos audiovisuales. 

¿Qué tanto se transforma el campo audiovisual con la inclusión de la economía naranja? Si bien se procura ampliar proyectos y actividades, se pierde de alguna manera el ideal del arte como manifestación y se ve como mercancía.

Es muy importante tener en cuenta que la ley de economía naranja aún no es una ley, no ha sido sancionada por la Presidencia de la República, es un texto-documento que está siendo elaborado todavía, que está siendo socializado. Lamentablemente no se está teniendo muy en cuenta a los gremios de escritores, productores, directores, actores, teatreros, músicos, etc., para la creación de estos artículos. Sin embargo, nos hemos ido metiendo, presentando algunas ponencias para tener en cuenta. Ya con una fundación estamos presentando algunos ideales para el campo de cine y televisión que es lo que yo, Jairo Estrada, manejo. Al no ser una ley, es especulación. Estamos hablando sobre un imaginario. Aún no sabemos si nos va a beneficiar. Pero, dándonos la licencia, lo que hemos visto que se quiere manejar con la ley de economía naranja, y hablo por un cierto sector que podría representar, o mejor hablando a título personal, es que hay ciertas falencias en la medida en que está quitándole responsabilidad al Estado en cuanto a su necesidad o aporte institucional a la financiación de actividades artísticas o culturales. Ejemplo: FDC, Fondo para el Desarrollo Cinematográfico que pertenece a la Dirección de Cinematografía y a su vez al Ministerio de Cultura. Anualmente se entregan de seis a ocho mil millones de pesos en becas o en premios que no hay que reembolsar que se dividen en premiar guiones, producciones, cortometrajes, exhibiciones y diferentes fases de la producción audiovisual cinematográfica para que uno como productor acceda a estos premios y pueda ejecutarlo sin tenerlo que devolver. En promedio se premian de seis a ocho largometrajes con 600 o 700 millones de pesos para cada uno, lo que equivale al 30, 40 o 50% del costo del largometraje. Para algunos largometrajes un Premio FDC representa el 50 o 60% de lo que vale hacer su película. Pero cuando ya nos vamos a depender solamente de la Ley de economía naranja, cuando le damos esa validez jurídica y financiera, estamos generando una participación de entes como los bancos, entonces todo esto empieza a transformarse y el productor empieza a buscar una solvencia o una financiación no en el FDC sino en los bancos. Ahí empiezas a adquirir unas responsabilidades de intereses e impuestos con un banco y el Estado empieza a hacerse un lado. Si este año había ocho mil millones para el FDC ahora pasan a ser seis mil o cuatro mil millones con el pretexto de que para eso están los bancos y que a ellos se les está girando un dinero y un capital para que les preste. Ahí el Estado se aparta y deja de aportar y de ayudar con esa responsabilidad artística y le descarga esta responsabilidad a los bancos y ellos divinamente lo van a hacer. Pero ellos tienen un negocio. Ahí hay un primer problema porque entonces las subvenciones estatales se disminuyen hasta que llegan a desaparecer y todo el que quiera acudir a un recurso económico pues no lo va a encontrar. Es muy importante tener en cuenta que en Colombia no hay una industria cinematográfica. Hay industria televisiva. Es muy complicado para uno como director de cine entrar a un negocio y financiar un producto con unos intereses desde una línea administrativa bancaria donde el 100% se debe y no es condonable.

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¿Cuál es su postura frente a la Ley de convergencia?

En cuanto a esta Ley si manifiesto una severa preocupación. Es una ley que lo que está buscando, -y no sé si esa sea la palabra- pero pareciera que busca monopolizar o autocontrolar los medios de comunicación. Es una Ley que busca acabar con la Comisión Nacional de Televisión, es un ente regulador externo al gobierno, recibe financiación estatal pero es externo ya que recibe una autonomía administrativa lo cual le permite tomar decisiones. Decisiones que no solamente tienen que ver sobre cómo operan o a quiénes premian, sino también decisiones sobre qué contenidos o a qué espacios apoyar. Hablando puntualmente de mi terreno que es audiovisual. Pero esta Ley de convergencias lo que nos está mostrando es que sectorizar todo a través de un canal o de un solo medio lo que hace es llevarnos a un nivel de censura donde lo que se ve, lo que se dice y lo que se muestra pues va a tener, de alguna manera, un aval, una autorización o un control por parte del Gobierno Nacional. Esto para la democracia de un país no es nada saludable. La libertad de expresión, de prensa, de culto no es nada saludable porque finalmente nos va a tocar a todos mostrar o decir lo que al Gobierno de turno le convenga o le funcione.

Hoy en día tenemos a la ANTV (Autoridad Nacional de Televisión), manejando unos presupuestos, financiando la producción de contenidos de ficción parar canales regionales, permitiendo la creación de contenidos más libres, desligados de unos intereses que manejan los grandes canales, o por lo menos los dos grandes canales de este país que pertenecen a grupos empresariales. La ANTV ha logrado, de manera muy transparente, generar estos beneficios, estos fondos para que cada canal lo desarrolle y lo produzca. Yo, puntualmente, en el año 2018, escribí tres series para canales regionales: dos para Telecafé y una para Telecaribe, donde la intención no iba más allá de presentar una historia autóctona, representativa, sin ningún interés político o manipulación.

¿Cuál es la transformación -si la hay- de los contenidos audiovisuales en Colombia? ¿A qué deben apostarle los directores y artistas emergentes?

Sin duda alguna los contenidos audiovisuales han evolucionado como todo a la par de la tecnología. Cada que la tecnología avanza va generando herramientas para evolucionar en la forma de contar las historias, no solamente hablando de cine y televisión, también para series web o teatro. La implosión de vídeo-proyección en teatro, efecto visual en montajes circenses, etc., pero en cine y televisión que es lo que manejo sí ha habido transformación. Los contenidos se han hecho universales. Y con contenido universal no me refiero a lo que está pasando en Venezuela, Ecuador, Egipto o España. Me refiero a contar las historias nuestras con un lenguaje o dialecto abierto, que permita que el resto del mundo lo vea y lo entienda, donde nos hemos salido de temas regionales.

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Considero que los directores y artistas emergentes no deben temerle a la evolución, al cambio, al beneficio que la tecnologìa nos trae. A las posibilidades de negocio y actividad que la Ley 1556 nos trae, que ha convertido a Colombia en un escenario de rodaje para productores internacionales que, sí, nos ha quitado la facultad de contar la historia con la autoría que queremos hacerlo pero que ha permitido también que la industria se mueva en términos de prestación de servicios. Eso no se puede desconocer, contra eso no se puede pelear. Son beneficios que hay que aprovechar. Hay que apostarle a eso, a aceptar los cambios, todo lo que la nueva legislación trae. Perdemos autoría pero que veamos la posibilidad de facturar y presentar a Colombia como escenario de rodaje y de servicios de producción que nos permita aprender, que ese aprendizaje se invierta en cosas propias. Apostarle a contar historias atrevidas, que cuenten otras cosas. La vida en Colombia no solo se remite a la prostitución, a la drogadicción, a la corrupción. Se remite a otros temas y acontecimientos. Hay historias regionales que se vuelven universales. A eso debemos apostarle, a contar historias sin miedo.

¿Qué testimonio de vida le ha servido para demostrar que en Colombia sí es posible hacer un buen proyecto audiovisual?

Hay muchos testimonios de vida. Yo comienzo por Caliwood, este movimiento de 1970 y 1980 que se gesta en Cali con Luis Ospina, Carlos Mayolo, Andrés Caicedo y con sus cámaras y deseos empiezan a contar historias. Como le decía anteriormente, el consejo es no parar de contar. Contando historias nos vamos descubriendo a nosotros, perfilamos el nivel de narrativa. Caliwood nos deja la enseñanza de contar historias que ellas irán madurando.

Me voy con un ejemplo muy puntual: La estrategia del caracol. Yo creo que esta película dirigida por Sergio Cabrera es un claro testimonio de que en Colombia se pueden hacer proyectos cinematográficos muy bellos. La película no fue fácil, su financiación fue muy compleja. La película se archivó luego de rodar una parte, después se retoma el rodaje, el tiempo en posproducción. Ese es un testimonio puntual. Películas interesantes como La cirga, El vuelco del cangrejo, Ruido Rosa, me parece que son películas muy íntimas, que son válidas de contar. Pero miremos otro ejemplo muy puntual que es muy diferente al cine que acabo de mencionar: Dago García y El Paseo. Gústele a quien le guste, la película va en su quinta versión, es una saga que factura. Tiene otro nicho de mercado. Todo eso no lo podemos ignorar porque son casos de éxito. Llámese cine-autor, cine-comercial, pero han funcionado. Unas han respondido a una taquilla que finalmente genera unos impuestos y unos beneficios económicos que se van para el FDC y que terminan beneficiando también otras películas que no son de taquilla. Hay muchos productos. El año pasado se estrenó un largometraje bellísimo: Huellas, de Carlos Gabriel Vergara Montiel. Una película hecha con las uñas, que cuenta un departamento como Córdoba. Una película que no es de taquilla pero que cinematográficamente hablando presenta mucho de la cultura colombiana. Ese es otro factor de éxito.

Por REDACCIÓN CULTURA

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