Con el surgimiento de los imperios, las civilizaciones y luego las naciones, la identidad pasó a ser un instrumento del poder para dominar y un interrogante para muchos pensadores. (Lea también: Caminantes en busca del alma rusa)
Por la identidad, varios regímenes abusaron del concepto, que, sin embargo, jamás fue claro. Pese a múltiples intentos por definirla, la identidad es una abstracción, y en ella caben particularidades de unas y otras naciones, así como sus intereses y sus culturas. (Lea también: Clandestina de sí misma)
En este especial hemos querido mostrar algunas de las búsquedas identitarias de cuatro regiones fundamentales para explicar nuestro presente. Comenzamos con la Rusia del siglo XIX, en la que millones de peregrinos iban hacia un monasterio llamado Optina Pustyn, pues creían que allí se encontraba el alma rusa. Pasamos por Palestina, un territorio históricamente ocupado por distintas sociedades, eternamente ignorado como cultura.
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Llegamos a Latinoamérica, donde convergen diferentes maneras de ver, entender y actuar, unidas por un territorio y una historia compartida, y terminamos en Colombia, que ha caído en un servilismo cultural e ideológico y, por la misma razón, lucha por sacudirse de ello. (Le puede interesar también: De qué hablamos cuando hablamos de identidad)