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Las heridas que abrió el asesinato de una periodista en Irlanda del Norte

La muerte de una joven periodista a manos del grupo armado Nuevo IRA recuerda un conflicto de décadas en Irlanda del Norte, que enfrentó a republicanos nacionalistas-católicos contra unionistas protestantes, y dejó cerca de 3.500 muertos hasta la firma del acuerdo de paz, en 1998.

Daniela Quintero Díaz
03 de mayo de 2019 - 03:00 a. m.
Las heridas que abrió el asesinato de una periodista en Irlanda del Norte

El asesinato de la periodista Lyra McKee conmocionó a Irlanda del Norte y puso al país en el foco de la prensa internacional. Su muerte, la noche del Jueves Santo, exactamente 21 años después de la firma del acuerdo de paz, el Viernes Santo de 1998, da cuenta de un conflicto histórico que hoy vuelve a causar estragos.

La reportera se encontraba el pasado 18 de abril en la ciudad de Londonderry, al noreste de Irlanda del Norte, en medio de unos enfrentamientos entre la Policía y un grupo de hombres armados del movimiento Nuevo IRA. En las calles del barrio católico de Creggan recibió un disparo en la cabeza mientras se resguardaba junto a un vehículo policial. McKee no estaba trabajando en el momento del incidente.

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Era editora del portal Mediagazer y ampliamente admirada por la comunidad LGBTI de Irlanda del Norte, que veía en ella a una incansable defensora de los derechos de su colectivo (en la única provincia del Reino Unido en el que el matrimonio entre parejas del mismo sexo sigue estando prohibido). Además, en 2016 había recibido el reconocimiento de la revista Forbes como una de las treinta personalidades del mundo, de menos de treinta años, destacadas en los medios de comunicación.

Su muerte logró lo que nada había logrado en el país: unió a casi toda la sociedad norirlandesa y a sus líderes políticos tras meses de tensiones por la salida del Reino Unido de la Unión Europea (defendida por los partidos unionistas protestantes y rechazada por los católicos nacionalistas). Políticos británicos de la talla de Theresa May, primera ministra del Reino Unido, y Leo Varadkar, primer ministro de la República de Irlanda; así como el líder de la oposición británica, el laborista Jeremy Corbyn, y otros dirigentes norirlandeses asistieron conjuntamente a la despedida de la reportera en Belfast, su comunidad natal. Allí, los religiosos católicos y protestantes que presidían la ceremonia aprovecharon su presencia para pedirles que se reanudara el diálogo para que pudiera regresar el gobierno autónomo de poder compartido (suspendido desde enero de 2017) para evitar una desestabilización del proceso de paz, firmado en 1998.

La petición fue escuchada. El viernes 26 de abril, representantes de los gobiernos de Irlanda y del Reino Unido anunciaron una nueva ronda de negociaciones para restaurar la formación de un nuevo Ejecutivo en Irlanda del Norte, provincia británica que está sin gobierno regional desde hace dos años, y cuyo último diálogo fracasó hace 14 meses. Además, los seis principales partidos políticos de Irlanda del Norte —incluidos unionistas y republicanos— publicaron una infrecuente declaración común: “El asesinato de Lyra”, escribieron, “constituye un ataque contra todos los miembros de esta comunidad, un ataque contra la paz y el proceso democrático”.

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¿Un nuevo grupo terrorista?

El grupo republicano disidente Nuevo IRA reconoció el pasado martes su responsabilidad en la muerte de McKee y aseguró que la periodista murió “trágicamente cuando se encontraba junto a fuerzas enemigas”. También presentó “sus sinceras y completas disculpas a la compañera, a la familia y a los amigos de Lyra McKee por su muerte” en una declaración enviada al diario The Irish News. Pero ¿qué es el Nuevo IRA y de dónde viene?

“El conflicto norirlandés viene desde muy atrás, desde el mismo siglo XVII, cuando empezó la colonización de la parte norte de la isla por los protestantes escoceses”, asegura Egoitz Gago, doctor en estudios de paz y conflicto que ha observado el enfrentamiento de Irlanda del Norte desde el 2008. “Posteriormente, con la independencia de Irlanda del Reino Unido, en 1919, se generaron en la isla unas situaciones políticas que son las que hoy permanecen: tenemos, por un lado, la República de Irlanda, un país católico de 26 condados; y, por otro, los seis condados del norte que quedaron tras ese tratado bajo la soberanía del Reino Unido”, cuenta.

La provincia del norte, entonces, quedó con una mayoría de población protestante, y sus instituciones pasaron a ser dirigidas por miembros de esta comunidad, que desde entonces adoptaron acciones de discriminación de manera sistemática hacia la minoría católica. Pero, además de la religión, hay otro tema que los divide: los católicos vienen de una tradición republicana; es decir, que están en desacuerdo con la negociación del proceso de paz que los dejó como una provincia británica; y prefieren ver a la República de Irlanda unida, como un solo territorio.

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Los protestantes, por su parte, son unionistas y leales a la Corona inglesa, por lo que prefieren ser parte del Reino Unido que de Irlanda. Esto ha hecho aun más difícil la convivencia.

Las dos comunidades, republicanos católicos y unionistas protestantes, consolidaron sus partidos políticos. Entre los vaivenes de violencia se constituyeron, a la par, fuerzas armadas que representaban esas ideologías. Una de las más reconocidas y fuertes fue el Ejército Republicano Irlandés (IRA), brazo armado del partido católico Sinn Fein. Del otro lado, grupos paramilitares, que apoyaban a los republicanos y, especialmente, al Partido Unionista Democrático (DUP), también tomaron protagonismo. El conflicto, que dejó más de 3.500 muertos, llegó a su fin en 1998, tras seis años de negociaciones entre los partidos, con la firma del acuerdo de paz y la disolución de los grupos armados el Viernes Santo. Sin embargo, secuelas de la división permanecen hasta hoy.

“Los procesos de posconflicto son largos y requieren de constancia y compromiso. Pero en todos va a haber grupos de spoilers, o saboteadores, que se sienten descontentos con el acuerdo, y pueden surgir elementos radicales, como el Nuevo IRA, que no tiene el poder que tenía el IRA entonces, pero que igual está causando estragos”, asegura Gago.

Hoy, las divisiones siguen presentes: los barrios y las escuelas son separados; muros (que irónicamente se llaman ‘paredes de paz’) se levantan para evitar la violencia entre católicos y protestantes. Incluso, desde la firma del proceso se han construido más muros que los que había durante la guerra.

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Ahora, la incertidumbre frente a la salida del Reino Unido (RU) de la Unión Europea (UE) genera más tensión y división entre la población, que teme la aparición de una frontera dura.

“Uno de los garantes de una correcta implementación del acuerdo de paz es la Unión Europea (UE). Solo Bruselas ha puesto cerca de 3.000 millones de euros en proyectos por la paz de este conflicto. Entonces, si se da el brexit es muy importante saber en qué condiciones sale, porque en caso de una salida dura esta alianza desaparece, la UE no pone más dinero ahí y, por lo tanto, el proceso de paz se desestabiliza”, afirma Gago.

Lo cierto es que la división creada por el brexit y el vacío de poder desde hace dos años en Belfast fortalecen e impulsan a grupos armados como el Nuevo IRA a lanzar ofensivas para lograr, finalmente, quebrantar el proceso de paz y reconciliación en el país.

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