Santiago Roncagliolo: “Lo de Perú es un culebrón al estilo 'Laura en América'”

El reconocido escritor peruano analiza para El Espectador la renuncia del presidente Kuczynski, la debilidad del vicepresidente que lo reemplaza y la posibilidad de que Julio Guzmán sea la alternativa en el futuro.

NELSON FREDY PADILLA
25 de marzo de 2018 - 03:07 a. m.
Santiago Roncagliolo se hizo reconocido por la novela “Abril rojo”, ganadora del Premio Alfaguara 2006, que recrea la época del régimen de Alberto Fujimori, en los años 90. 
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Santiago Roncagliolo se hizo reconocido por la novela “Abril rojo”, ganadora del Premio Alfaguara 2006, que recrea la época del régimen de Alberto Fujimori, en los años 90. / Getty Images
Foto: Getty Images - Ulf Andersen

A punto de cumplir 43 años de edad, el limeño Santiago Roncagliolo es uno de los escritores y pensadores peruanos más reconocidos a nivel internacional. Lo previó en 2010 la prestigiosa revista británica Granta al incluirlo en su lista de los mejores autores en español menores de 35 años. Él lo ratificó ese mismo año al ser incluido en el Independent Foreign Fiction Prize, que se falla en Londres y reconoció a Abril rojo entre las mejores novelas traducidas y publicadas en el Reino Unido. Diez libros después de aquella famosa recreación del Perú de Fujimori, Roncagliolo charló con El Espectador desde su casa en Barcelona sobre la crisis política que vive su país tras la renuncia del presidente de la República, Pedro Pablo Kuczynski (PPK), por cuenta de un escándalo de corrupción. (Le puede interesar: ¿Quién sabe cuándo se jodió Perú?).

Zabalita, el recordado personaje de “Conversación en La Catedral”, de Vargas Llosa, se preguntó hace casi medio siglo “¿Cuándo se jodió Perú?”. ¿Qué le responde hoy?

Yo no diría que el Perú está jodido. PPK y la política son los que están jodidos.

A pesar de la transición pacífica, es evidente la incertidumbre de hasta cuándo aguantará al frente del gobierno el vicepresidente Martín Vizcarra.

Esto va a seguir según lo que piden la Constitución y los procedimientos legales. A diferencia de ocasiones anteriores, nadie habla de golpe, no hay una amenaza a la institucionalidad, esta vez la institucionalidad puede responder al reto. La cuestión es cómo se va a salir, si se va a quedar el vicepresidente o si va a organizar unas elecciones. (Le puede interesar: Vizcarra asumió como Presidente).

Perú parecía haber entrado en una etapa de estabilidad política y económica. Además, dejando atrás estigmas como la guerrilla Sendero Luminoso, analizada por usted a partir de Abimael Guzmán en “La cuarta espada” (Debate, 2007), ¿cómo llega el país a este punto?

Luego de una larga telenovela de traiciones mutuas. Primero, PPK traicionó a los peruanos diciéndoles que no tenía ningún trato con Odebrecht, lo que resultó falso. Después el fujimorismo decidió apoyarlo a cambio de que indultara a Fujimori, lo que el presidente hizo al final del año pasado. PPK terminó traicionando a sus electores, sin nadie que le creyera y lo defendiera. Sólo sobrevivió tres meses porque acabó traicionado por todos, incluida una parte del fujimorismo.

Desde España, usted vive pendiente de esa realidad como analista y columnista de los diarios “El Comercio”, de Lima, y “El País”, de Madrid. ¿Cómo le permite ese distanciamiento mirar la evolución política de Perú desde que cayó el poder de Alberto Fujimori en el año 2000?

En la época de Fujimori afuera se advertía más fácil lo que sucedía, porque las noticias del país salían mucho más en los periódicos internacionales. Ahora no, a excepción de esta semana. Y esa es una buena señal, porque es un país donde no hay grandes crisis. Creo que la renuncia de PPK se ha vivido con muy poca pasión y él no es un líder que despierte demasiadas emociones. (Le puede interesar: La encrucijada de Perú).

El fujimorismo canibalizado sigue siendo protagonista a través de los hijos del expresidente: Keiko, que publicó los videos en los que su hermano menor, Kenji, sobornaba para comprar votos legislativos y evitar que PPK cayera. ¿Por qué?

Sí. Fue un ramalazo fujimorista al Gobierno, pero de un fujimorismo también dividido, una parte con PPK (Kenji) y otra en su contra (Keiko). Las traiciones entre los hermanos Fujimori sorprenden porque es la primera vez que vemos peleando a lo que siempre fue un ejército.

Es una atmósfera política muy distinta a la que usted construye en “Abril rojo” (Premio Alfaguara 2006), la novela desde la que se recrea el régimen de Alberto Fujimori en los años 90. Hoy hay libertades y posibilidades democráticas.

Hoy la principal trama es la corrupción generada por una multinacional que hace que todo este proceso sea absurdo. No tiene mucho sentido tumbar a PPK por Odebrecht cuando todos los expresidentes vivos del Perú tienen problemas con la ley por situaciones similares. Es nuestro thriller. (Fujimori, 1990-2000, condenado por violaciones a los derechos humanos; Alejandro Toledo, 2001-2006, pedido en extradición por recibir US$20 millones de Odebrecht; Alan García, 2006-2011, también investigado por soborno de la multinacional brasileña para construir el metro de Lima, y Ollanta Humala, 2011-2016, preso por financiar su elección con dineros de Odebrecht).

Pero, a diferencia de Colombia, les quedan personajes similares al honesto fiscal Félix Chacaltana de “Abril rojo”, una justicia capaz de procesar presidentes y expresidentes.

Sí. Esa es la parte buena. Puedes haber sido presidente e ir preso, la policía y los jueces te van a buscar. Eso implica un gran avance frente al Perú de Abril rojo, donde todos los poderes dependían de la mafia de Vladimiro Montesinos.

En ese sentido, ¿Perú es un ejemplo de decencia en estos tiempos?

Hay una fortaleza institucional, no decencia política. La justicia es un contrapeso a la gigantesca indecencia política causada por los niveles de corrupción que todos los políticos se han enrostrado aunque todos están inmersos en el mismo caso. Es vergonzoso, pero por suerte los jueces y los fiscales los van a procesar. Más increíble es que los políticos no son conscientes de que todo este proceso no sólo ha deteriorado a PPK, sino a toda esa pandilla de gente que se pelea entre sí, viendo cómo quitar del medio del poder al otro, sin preocuparse de los problemas reales del país. Es un espectáculo patético.

¿Vizcarra, también cuestionado, no tiene el suficiente poder de convocatoria para mantenerse hasta el 2021?

Vamos a ver qué pasa con Vizcarra. Es difícil, teniendo en cuenta que PPK no sobrevivió sacrificando ministros, luego eligió no enfrentarse al fujimorismo, le dio todo lo que querían, incluido el indulto, y al final perdió el puesto por debilidad. Como decía Churchill a sus predecesores: “Ustedes entre la deshonra y la guerra escogieron la deshonra y ahora van a tener la deshonra y la guerra”. Vizcarra ni siquiera estaba en el país cuando esto ha pasado; su debilidad es tan extrema que debiera convocar elecciones, pero es altamente posible que él y los demás políticos decidan atornillarse a sus asientos mientras siguen autodestruyéndose.

¿Por qué cree que en Colombia los presidentes más cuestionados a nivel moral, político y jurídico nunca cayeron?

Me es difícil analizar a Colombia, porque no la conozco lo suficiente. Una cosa que es muy curiosa allí, a comparación de toda la región, es la cantidad de presidentes como el propio Juan Manuel Santos, que son hijos o nietos de otros presidentes. Mi impresión es que, como no han tenido las mismas rupturas institucionales de otros países, no ha habido renovación de la clase política, lo que para bien o para mal sí ha sucedido en Perú, Venezuela o Ecuador. Cuando las élites no se renuevan, los poderes tampoco.

¿Este capítulo peruano dará para incluirlo en un próximo libro suyo?

No. Esta crisis en cuestión de días será olvidada. Las novelas tienen que aspirar a cosas más esenciales y perdurables. Esto apenas da para un culebrón.

¿Al estilo de “Laura en América”?

Ja, ja, ja. Sí. Como número de circo podría funcionar.

En su más reciente novela, “La noche de los alfileres” (Alfaguara, 2016), se inspira en la juventud peruana de los años 90, que se rebela en épocas convulsas. ¿Cómo ve a sus jóvenes paisanos frente a la política?

Es una juventud más participativa, que se manifiesta mucho; sale a la calle a protestar por las leyes que les afectan, por cuestiones de género; salieron a protestar masivamente contra el indulto a Fujimori. Hoy no tenemos una juventud apática. Para nada. Lo malo es que esa juventud no tiene banderas, se organiza sola por redes sociales, protesta espontáneamente. No veo ningún partido político que sea capaz de captar esos movimientos. Ese sentimiento de insatisfacción no podrá llegar a las altas instancias del poder.

¿Quién vendrá después de esta etapa?

No habrá problema para los políticos. Llega uno nuevo cada 20 minutos. La primera vez que Alan García llegó al poder en 1985 lo hizo con puros políticos nuevos. Y mire lo que pasó. En las últimas elecciones el espectro parecía normal, la gente confió en un liberal como PPK. Y vea. Habrá nuevos rostros. En Perú faltan menos nuevos rostros y más claridad sobre por qué, por quién y para qué votas.

¿En serio no hay un líder político cercano a la renovación?

Tal vez entre los sectores que desertaron del gobierno de PPK cuando indultó a Fujimori. Gente liberal, social, demócratas que creen en la libertad y los derechos humanos. Ellos están buscando un líder y ese podría ser Julio Guzmán, que en las pasadas elecciones se presentó como el Partido Morado. Se veía bastante moderno y le iba bien, pero fue descalificado (el Jurado Nacional de Elecciones lo inhabilitó como candidato presidencial cuando iba segundo en las encuestas, detrás de Keiko Fujimori). Esa podría ser una de las voces que aglutinen a los huérfanos de PPK, que son, digamos, tecnócratas con valores democráticos.

Rafael Roncagliolo, su papá, fue canciller y embajador en España durante el gobierno de Ollanta Humala. Aunque es reconocido como un intelectual, ¿qué terminó pensando de la política?

Vive cíclicamente decepcionado de esta realidad. Prefirió seguir metido en temas sociales, dedicado a la universidad, siempre dentro del pensamiento político.

¿Un personaje con recorrido como para protagonista de novela?

No lo he usado de personaje. Se me enojaría.

Por NELSON FREDY PADILLA

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