Para: Manuel Alejandro
De: Alejandra Muñoz G.*México
Es junio de 2020, un año difícil para todos porque una pandemia ha cambiado nuestra forma de vida. Te escribo esta carta con motivo de los festejos del mes de la diversidad sexual porque, debido a que se suspendió la marcha del orgullo LGBT+, no podremos salir a festejar que somos una familia diversa, visibilizarnos para estar presentes y exigir nuestros derechos. Y digo “nuestros” porque tus derechos, hijo, son mis derechos y esos no se ponen a consideración. ¡Se exigen!
En esta familia, tu familia, fuiste un niño muy deseado. Llegaste el 6 de octubre de 1994, por cierto, cumpleaños de tu papá. Tu papá no quería que nacieras el mismo día que él, porque nadie se acordaría de sus cumpleaños posteriores por festejarte a ti. Yo, queriendo quedar bien con él, accedí a que me practicaran la inducción de tu nacimiento el 5 de octubre, fecha en la que tú debías nacer. Después de 27 horas de trabajo de parto, naciste el 6 de octubre, para felicidad de tu hermana, tu papá y por supuesto mía, después de que el médico dijo: “Este niño le quiere cantar Las mañanitas al papá”.
Fuiste un niño que no costó trabajo educar, obediente, aplicado en la escuela. Siempre he estado muy orgullosa de ti. Me encantaba que eras un niño muy amable y sensible. Nunca me importó que no te gustaran los deportes. Aunque llegaste a ser cinta negra en taekwondo, porque supongo que los taeguks eran muy rítmicos, el combate siempre te disgustó.
A tus 16 años, cuando estabas en la preparatoria, me pediste que te llevara a terapia. Yo accedí con gusto, porque estaba segura de que el hecho de que tu papá y yo no viviéramos juntos, desde que tú eras muy pequeño, era una situación que necesitabas resolver.
A tus 17 años me empecé a sentir temerosa porque me pediste que te comprara unos pantalones rojos, que me parecía que no iban con el estereotipo de un joven. Me negué a comprarlos y tuvimos una discusión fuerte, porque mi argumento era que esos pantalones no los usaban los hombres y tú afirmabas que sí. Dos días después, sin mi consentimiento, te los compraste y cuando los vi inicié la discusión. Supongo que para enterarme de tu verdad. Efectivamente abriste tu orientación sexual y yo sentí que la vida se me iba. Me culpé por haberme separado de tu papá por su alcoholismo.
Consciente de la discriminación y la homofobia en esta sociedad, me dio un profundo miedo pensar lo mal que te la ibas a pasar. Fueron días terribles, con muy poca comunicación entre tú y yo. Mi sensación era que yo no podía sola con “tanto” y busqué ayuda en la Asociación Cuenta Conmigo: diversidad sexual incluyente, en la Ciudad de México. Ahí comprendí que tu homosexualidad es solamente tu forma de amar y es tan natural como mi heterosexualidad, que eres Manuel Alejandro, mi hijo, el mismo del que estoy orgullosa, antes y después de que “saliste del clóset”. Y lo más importante: que mi amor por ti es más grande que todo.
Mi amor de mamá, mi profesión y la verdad que había conocido me dieron fuerza para emprender una nueva aventura y acompañarte a enfrentar tu orientación sexual, ante esta sociedad que todavía no entiende que el mundo es diverso, que las orientaciones sexuales, las identidades y expresiones de género son parte de esa maravillosa diversidad.
Hijo, en este mes del orgullo, te digo con todo mi corazón que eres la fuente de inspiración que me permite florecer y me lleva a ser cada día una mejor persona. Que tu valentía, sensibilidad y amor por la vida me impulsan a seguir caminando contigo en esta lucha que hice mía. Puedes estar seguro de que siempre puedes contar conmigo y que no me alcanza la vida para agradecer que seas mi hijo.
Te adoro.
*Hago parte del movimiento Latinoamericano de Madres de Hijes LGBT
Nota: Estudié la licenciatura en Psicología y hasta la fecha me parece sorprendente que, en 1980, dentro de los contenidos académicos todavía se le daba tratamiento de “desviación sexual” a la homosexualidad.
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