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Magüí Payán: un hospital y tres médicos para paliar el COVID-19

Este municipio de Nariño reporta 191 contagios, solo tiene un hospital de primer nivel para la atención de 25.000 habitantes y la mitad de los funcionarios del único centro médico dieron positivo por coronavirus.

Karen Vanessa Quintero Martínez
21 de julio de 2020 - 02:00 a. m.
El Centro de Salud E.S.E. Saúl Quiñonez tiene dos camas pediátricas, cuatro de adultos y una sala postoperatoria.
El Centro de Salud E.S.E. Saúl Quiñonez tiene dos camas pediátricas, cuatro de adultos y una sala postoperatoria.

Con 25.000 habitantes, 7.500 en zona rural y solo un hospital de primer nivel —el Centro de Salud E.S.E. Saúl Quiñones— Magüí Payán, municipio de la costa Pacífica de Nariño, es el cuarto con más casos de coronavirus en el departamento.

A la ya precaria situación del municipio, se sumó la alerta lanzada el 30 de junio por la Alcaldía luego de que más del 90 % del personal médico que trabajaba en la E.S.E. diera positivo para COVID-19. De acuerdo con Paola Murillo, secretaria de Salud del municipio, en total se han reportado 23 funcionarios contagiados, de los 47 que tiene el hospital, incluido personal administrativo y de servicio, entre ellos un médico, ocho enfermeras auxiliares y dos enfermeras jefas; tres de ellos ya se recuperaron. El centro de salud no se cerró, pero la atención se limitó al servicio de urgencias.

Tras el brote en el hospital, solo un médico y tres enfermeros quedaron disponibles para atender a todo el municipio. El médico se llama Cristian Iván Sánchez, es oriundo de Buenaventura y cuenta que antes de que se presentaran los casos un doctor y algunas enfermeras habían renunciado, por eso, cuando parte del equipo resultó contagiado, él quedó al frente de la crisis. “Yo doblaba o triplicaba el turno, estuve solo casi un mes. Cuando inició el cuadro, los primeros días del mes de junio, treinta o cuarenta pacientes llegaban a diario buscando atención”, afirma.

Sánchez atendía no solo a pacientes sospechosos de coronavirus, sino también a mujeres embarazadas, accidentados y personas que padecían otras patologías, como la malaria, enfermedad endémica en la zona. Actualmente, ya están trabajando tres médicos y un grupo de cinco enfermeras. Varias personas se mantienen en aislamiento porque los resultados de las últimas pruebas no han llegado.

La Secretaría de Salud explica que en este momento no puede dar un informe porque hay pruebas represadas, hace más de cinco días que no entregan ningún tipo de resultado. El alcalde Alejandro Quiñones, que también es un caso positivo, dice que desde el 6 de julio le tomaron la muestra y aún no le entregan el resultado.

Para Sánchez el virus empezó abruptamente y muchos pacientes no creían que era coronavirus, sino una virosis conocida como “quebrantahuesos”, incluso se presentaron intoxicaciones por tomar demasiado matarratón, una planta que se usa tradicionalmente para tratar esa gripe. El doctor Francisco Andres Quiñones, quien resultó contagiado y ya se recuperó, reconoce que hay un tabú alrededor del virus, “aún hay personas renuentes, que tienen síntomas y se niegan a hacerse la prueba. Creen que en el hospital les meten el COVID-19, que es un negocio”, dice. También cuenta que tuvieron que recurrir a la Policía cuando las personas ubicadas en la sala de aislamiento se escapaban.

Sánchez recuerda que la ocasión en la que discutió con una familia porque una mujer mayor falleció en casa, se le realizó la prueba y resultó positiva, él fue a entregar el diagnóstico y lo insultaron, diciendo que “solo quería ganar la plata que le daba la EPS con la que tenía convenio”, pese a los resultados, la familia no aceptó hacerse la prueba. Para el doctor Quiñones, los síntomas empezaron unos meses antes, pero todavía no tenían pruebas.

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Aunque en el municipio se han reportado 191 casos, los médicos afirman que estas cifras no coinciden con la realidad y que por lo menos la mitad del pueblo padeció el virus. “Estamos trabajando con las uñas, lo único que nos motiva es la vocación de servicio”, dice Sánchez. Reconoce que a veces tienen que barrer, trapear y desinfectar ellos mismos, pues el personal de aseo también está incapacitado. El hospital tiene dos camas pediátricas, cuatro de adultos, una sala posoperatoria y el aislamiento de la unidad de COVID-19, que se acomodó en un salón comunal. Como es de primer nivel, los pacientes que necesitan servicios de mediana y alta complejidad deben ser trasladados, lo que resulta ser una odisea.

“No podemos tener ambulancia porque las carreteras están en pésimo estado, usamos carros Toyota con el eslogan de Misión Médica. En Barbacoas espera una ambulancia que nos lleva hasta Tumaco, de ahí es un tramo de cuatro horas, seis horas si es para llegar a Pasto”, afirma el alcalde. Por ejemplo, uno de los cuatro pacientes fallecidos por coronavirus tuvo que ser trasladado a Tumaco, allí murió diez días después. Sánchez cuenta que en esa ocasión un camión estaba atrapado en la carretera, como la situación era urgente tuvieron que mover el vehículo que obstaculizaba el paso y llevar al paciente en unas motos “que afortunadamente estaban ahí”.

El doctor Francisco Andrés Quiñones estima que el recorrido hasta Barbacoas es de aproximadamente dos horas, en un carro que esté en buenas condiciones. Después tienen que atravesar el río en un bote que coordina la gerencia del hospital. En la noche no se hacen traslados, porque no hay personas que ayuden a cruzar y el tema de orden público, por la presencia de grupos armados, es complicado. Según el alcalde, hay una ambulancia fluvial, pero “no han podido asegurarla porque es zona roja” y así no pueden usarla. Después de cruzar el río los espera una ambulancia y de ahí el camino es mucho más sencillo, pero el retraso y los riesgo en el tramo inicial son preocupantes.

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“Hace unos siete años el Fondo de Adaptación contrató la construcción de hospitales. El de aquí se ha convertido en otro elefante blanco”, afirma el alcalde. Desde la Secretaría señalan que hay fallas con los contratistas y se han tocado puertas a nivel nacional y departamental, porque están atendiendo en condiciones precarias. De acuerdo con la información en línea del Fondo de Adaptación, la obra presenta un avance del 55 %, la construcción inició en diciembre de 2014 y se ha suspendido varias veces por problemas de orden público y en la ejecución.

Sin carretera, con problemas de orden público, con un centro de salud de primer nivel, sin cobertura absoluta de alcantarillado y un hospital que va por la mitad, recibió Magüí Payán el coronavirus. En este municipio, como en muchos otros, este virus evidenció la fragilidad del sistema de salud y el abandono estatal. “Necesitamos recursos para poder salir de este calvario y que la gente no se nos muera en la carretera”, manifiesta el alcalde Quiñones.

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