El Magazín Cultural

Festival Gabo 2019: El Colegio del Cuerpo preestrena “Dos volcanes (y un laberinto)”

La “conferencia-performance” de Álvaro Restrepo se presenta este 2 de octubre, a las 7 p. m., en el Teatro del Museo de Arte Moderno de Medellín.

Redacción El Espectador
02 de octubre de 2019 - 05:00 p. m.
En la obra Álvaro Restrepo interactúa con los nueve bailarines de la Compañía Cuerpo de Indias. / Cortesía del Colegio del Cuerpo de Cartagena
En la obra Álvaro Restrepo interactúa con los nueve bailarines de la Compañía Cuerpo de Indias. / Cortesía del Colegio del Cuerpo de Cartagena

Para celebrar el trigésimo aniversario de la publicación de la novela El general en su laberinto, de Gabriel García Márquez (1989), y el cuadragésimo de El último rostro, de Álvaro Mutis (1978), Álvaro Restrepo, director de El Colegio del Cuerpo (ECDC) en Cartagena de Indias, preestrena en Medellín su más reciente montaje: una conferencia-performance a partir de estas dos obras literarias, en la que interactuará con los nueve bailarines de la Compañía Cuerpo de Indias.

Es uno de los eventos culturales más importantes del VII Festival Gabo, que se realiza hasta el viernes 4 de octubre en la capital antioqueña, en lugares públicos como el Jardín Botánico y el Parque Explora. La puesta en escena de Restrepo es en el Teatro del Museo de Arte Moderno de Medellín, con entrada gratuita hasta completar aforo. Para el fundador y director de El Colegio del Cuerpo, El general en su laberinto es “la mejor y más profunda de las novelas de Gabo”, y El último rostro, de Álvaro Mutis, son “la fuente original de esa obra”. Decidió rendirles un homenaje no solo a los textos, sino también a los que llama “volcanes” de la cultura colombiana que los crearon: sus amigos Gabriel García Márquez y Álvaro Mutis. Así nace Dos volcanes (y un laberinto), una obra que Restrepo describe como “una conferencia-performance”.

En días pasados en El Espectador, Restrepo contó cuán importantes fueron Gabo y Mutis para su carrera y para el desarrollo de El Colegio del Cuerpo. A lo largo de la carrera de Restrepo, Gabo y Mutis fueron una influencia y un apoyo siempre presentes, pues le brindaron su amistad, apoyo y complicidad en todo momento. (Más: El texto completo de Álvaro Restrepo).

Hay muchas anécdotas al respecto. Cuenta Restrepo que, cuando El Colegio no era más que un cartapacio de papeles donde se plasmaba una idea, fue a la casa de Gabo en Cartagena y le pidió ayuda para volverlo realidad. Gabo le respondió: “El Colegio del Cuerpo: ¡es un nombre del carajo! Parece el título de un libro de poemas”. (Más: Fotógrafo Jesús Abad Colorado, Reconocimiento a la Excelencia en Premio Gabo).

De esa historia nace la intención de crear la performance homenaje a los dos escritores, los dos ‘volcanes’ de la literatura colombiana, como los llama. “Quiero rendir un homenaje a los dos escritores —dice Restrepo—. A mi amistad con ellos, a lo que ellos aportaron a mi trabajo”.

Su evocación es contundente: “Hace unos meses decidí releer El general en su laberinto. Y por supuesto regresé también a El último rostro. Me di cuenta de que este año se cumplen treinta de la publicación de la que considero la mejor y más profunda de las novelas de Gabo. El relato de Mutis cumple este año 41 y es por muchos sabido que es la fuente original de esta obra maestra. Se podría afirmar que El rostro es el punto maestro de partida y el Laberinto el punto maestro de llegada. En este año de aniversarios sería un bello regalo para el mundo que las dos obras fueran publicadas juntas en una edición conmemorativa. Simón Bolívar, el héroe derrotado y desilusionado que convoca y conmueve a los dos volcanes y los conduce al laberinto, es para mí la metáfora del escritor y de la infinita soledad de su oficio, temas predilectos de los dos amigos. No es por ello gratuito que la obra de otro gran mexicano, Octavio Paz, Premio Cervantes como Mutis y Nobel como Gabo, lleve por título El laberinto de la soledad y que sea además una meditación sobre la esencia del alma mexicana, alma que los dos colombianos adoptaron como propia y que los llevó a ser lo que Carlos Fuentes nos dijo, con algo de amargura, en su última visita a Colombia: “México se nos colombianizó”. Hoy viven todos ellos, grandes amigos, cuates “en tiempos ruines”, en la región más transparente: un laberinto de vidrio donde estas lavas y estos fuegos hermanos siguen incendiando e iluminando el camino de quienes nos acercamos a ellos”.

Por Redacción El Espectador

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