Es un juego con el tiempo
Es el juego de aprender a estar cómodo con lo incómodo, de entender la inmensa complejidad de un acto simple, de aprender a cuestionar y dialogar con otras realidades para construir texturas humanas.
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Es un juego que después de jugarlo mucho, siento que es mejor no entender el juego, sino estar consciente de que se está jugando, de que los puntajes no importan.
Es un juego que me invita a la desobediencia; es un juego que tiene reglas y que una de ellas es preciso romperlas. Es un acto que escapa de los géneros, las academias, los nichos, los públicos, los festivales, las economías; que no es exclusivo de nadie o de algún elemento fabricado por el hombre. Es la prueba de que la música es la representación sonora del universo.
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Es el juego del respeto por la diferencia y el diálogo; de la aceptación y el amor por el otro -incluyéndome a mí mismo en esa otredad –.