El Magazín Cultural

Maneras de matar a las "First Nations"

150.000 niños indígenas de Canadá fueron separados de sus familias y enviados a escuelas residenciales por más de un siglo. Querían arrancarles su memoria ancestral. Ese desarraigo es una de las causas de suicidio juvenil en los pueblos nativos de este país. Solo en 2016 más de 100 jóvenes intentaros quitarse la vida.

Camila Taborda/ @camilaztabor
02 de julio de 2018 - 02:39 a. m.
Ilustración: Eder Leandro Rodríguez
Ilustración: Eder Leandro Rodríguez

Los niños de Canadá lo saben. En sus escuelas, en la clase de Historia, les heredan una culpa. Un asunto que la Comisión para la Verdad y la Reconciliación de Canadá (TRC, por sus siglas en inglés) ha bautizado como "genocidio cultural". El pecado de los colonos al llegar a las tierras del águila y querer “matar al indio en el niño”. Desde 1883 hasta finales del siglo pasado, un total de 150.000 menores nativos fueron separados de sus padres e internados, a la fuerza, en escuelas residenciales. 

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Los llevaban allí amparados por la Ley sobre los Indios, un mamotreto de 1876 que dejaba a los pequeños nativos bajo tutela del Estado. Querían, aseguró el primer ministro de la época, “enviarlos a escuelas industriales, donde podrán adquirir las costumbres y prácticas de los blancos”. Ya lo dice mejor el escritor norteamericano Navarre Scott Momaday, "había que eliminar de estos su lengua, sus costumbres, separarlos de su padres, de su comunidad, de su mundo real”.

El ambiente en estos lugares era tal que "un niño indígena canadiense tenía más probabilidades de morir que un soldado de la misma nacionalidad en la Segunda Guerra Mundial". Esa es la descripción del cineasta mexicano Juan Manuel Sepúlveda, quien filmó, hace dos años, La balada del Oppenheimer Park. Un largometraje sobre tres nativos canadienses, viejos inquilinos de estas escuelas, que deciden crear una película en el parque donde comparten las tardes bebiendo, en un intento por hacer más soportable la vida.

Ese retrato es común entre los canadienses. La primera juez indígena de este país, Murray Sinclair, fue la encargada de armar el rompecabezas de la verdad. Debió escarbar entre los recuerdos de 7.000 víctimas, ya arrugados, sobre aquel capítulo oscuro de las pensiones. En su informe, presentado hace tres años, se constató "que al menos 6.000 niños murieron por malnutrición, enfermedad y abusos sufridos", incluso sexuales. Las condiciones sanitarias bajo las que vivían eran tan malas que el índice de mortalidad era cinco veces más elevado que en el resto de la población.

Y han habido perdones. Promesas de “nunca más” en boca del Estado, de los últimos primeros ministros. Disculpas públicas e invitaciones a la iglesia para hacer lo mismo. Nada es en vano pero eran niños. Hoy, la prueba de resistencia es que las Primeras Naciones (First Nations) de Canadá representan un 4,3 % de su población total. Todo lo conservan a través de la memoria.

Aunque son apenas lógicas las consecuencias. El trauma será siempre un código tatuado en la muñeca. Ya lo sabe el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, al decir "hemos fracasado colectivamente como país", después de ver la tasa de suicidio de jóvenes indígenas. Solo en Attawapiskat, una remota reserva en el norte del Estado de Ontario, con un censo estimado en 2.000 habitantes, más de 100 jóvenes intentaron suicidarse en 2016. ¿La razón?

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El jefe de esta comunidad, Bruce Shisheesh, le dio su teoría a National Geographic. Para él es el desarraigo, “las Residential Schools que la Iglesia católica instauró y que, al cerrar la última, en 1996, quedó claro que los niños indígenas habían perdido sus raíces”, sostuvo.

Fue exitosa esa manera de matarlos, como escribió Bertold Brecht, de las tantas que hay. Porque “Hay muchas maneras de matar. Pueden meterte un cuchillo en el vientre. Quitarte el pan. No curarte de una enfermedad. Meterte en una mala vivienda. Empujarte hasta el suicidio. Torturarte hasta la muerte por medio del trabajo. Llevarte a la guerra, etc... Sólo pocas de estas cosas están prohibidas en nuestro Estado”.

Por Camila Taborda/ @camilaztabor

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