El Magazín Cultural

Toni Morrison: “Mi misión consiste en dar voz a los negros de América”

Toni Morrison falleció el pasado 5 de agosto en Nueva York a los 88 años. La autora recibió el Premio Nobel de Literatura en 1993.

Sorayda Peguero
07 de agosto de 2019 - 02:00 a. m.
“Ojos azules”, “La canción de Salomón” y “Sula” son algunas de las obras literarias de Toni Morrison.
 / Franck Fife (AFP)
“Ojos azules”, “La canción de Salomón” y “Sula” son algunas de las obras literarias de Toni Morrison. / Franck Fife (AFP)

Toni Morrison escuchaba hablar de su bisabuela materna con frecuencia. Era una comadrona que gozaba de gran prestigio. Cuando Millicent MacTeer entraba en una sala, con su bastón y su piel intensamente negra, los hombres se ponían de pie para mostrarle sus respetos. Morrison nunca olvidó el día que la matriarca de la familia viajó desde Míchigan a Ohio para visitarlos. Cruzó el umbral de la puerta como un ícaro con las alas extendidas, saludó y dirigió su mirada al suelo, donde Toni Morrison y su hermana jugaban con aire despreocupado: “Estas niñas están adulteradas”, sentenció la abuela MacTeer. Millicent MacTeer consideró que la piel de sus bisnietas no era lo suficientemente negra. En varias ocasiones, y recordando aquel día, Toni Morrison reconocería que tenía mucho que agradecerle a la abuela MacTeer. Su comentario había despertado una inquietud que se convertiría en el eje central de su obra literaria, donde abordaba el problema de la discriminación racial. Morrison decía que la historia de los afroamericanos no estaba en las novelas, que había sido silenciada durante demasiado tiempo y que ella podía hacer algo al respecto: “Mi misión ha sido dar voz a los que no la han tenido, los negros de América”.

Le puede interesar: Murió Toni Morrison, Nobel de Literatura de 1993

Todavía recuerdo la impresión que me causó mi primera lectura de Morrison. Leí Ojos azules con una sensación de angustia que me acompañó varias semanas después de haber agotado las páginas de la novela. La historia cuenta el drama de una niña que odia el color de su piel. Pecola, la niña, no nació sintiendo desprecio por sí misma. Pero su entorno se encargó de enseñarle formas terribles de odiarse. Ojos azules fue publicada en Estados Unidos en 1970. Fue la primera novela escrita por Morrison, una aproximación a los efectos devastadores del fetichismo del color. Mientras le daba vueltas al argumento de la historia, Morrison recordó otro episodio de su infancia. Había tenido una discusión con una compañera de juegos, una niña negra que le decía que Dios no existía y que tenía evidencias que así lo demostraban. La niña le había pedido a Dios unos ojos azules. “¿Acaso ves que tengo los ojos azules? ¡Tu Dios no existe!”. Morrison trató de imaginar qué apariencia tendría su amiga en caso de que Dios decidiera escuchar sus súplicas: “Tenía los pómulos altos y los ojos oscuros y rasgados. Todo lo que pensé es que si hubiera tenido los ojos azules se vería horrible”.

Toni Morrison aspiraba a que los negros de sus historias aparecieran representados en función de su cultura, no del color de su piel. Sabía que darle un giro de esa naturaleza a su escritura podía provocar confusiones. En 2016, durante su memorable participación en un ciclo de conferencias de la Universidad de Harvard, se pronunció al respecto: “Estoy decidida a desmontar el racismo barato, a rebatir y a aniquilar ese fetichismo del color rutinario, fácil y accesible que remite ni más ni menos a la esclavitud”. La revolución de Morrison había empezado algunos años antes. En sus años como editora comercial de Random House, Morrison luchó por incluir a la mayor cantidad posible de escritores afroamericanos en el catálogo. Quería que autores como Angela Davis, Toni Cade Bambara y Huey Newton fueran leídos, conocidos por el gran público. También publicó The Black Book (El libro negro), un compendio sobre la cultura afroamericana que incluía testimonios de linchamientos, letras de canciones y fotografías.

Puede leer: Ludwig Zeller: “Creo que toda mi poesía y mi arte están conectados con el sueño”

En la primavera de 2009, Kim Manresa fotografió a Toni Morrison en el campus de la Universidad de Princeton. Había intentado fotografiarla en un primer encuentro, cuando él y el periodista Xavi Ayén fueron a entrevistarla en su apartamento de Nueva York. Morrison dijo que no se sentía preparada: “¡No, no me hagan fotos ahora! Espérense a la fiesta de fin de curso en la universidad, por favor, que me habré arreglado y puesto guapa”. En una de las fotografías que le hizo Manresa, Morrison posa de espaldas, mostrando sus rastas canosas, recogidas en una trenza que baja por su espalda como un enredo de raíces retorcidas.

Miro la fotografía y recuerdo que a Morrison no le gustaba que los curiosos se acercaran a tocarle el pelo. No necesitaba alardear de la belleza de sus cabellos trenzados, ni del color de su piel. Ni repetir constantemente, como en los años 60, que “el negro es hermoso”. Como si a alguien le quedara alguna duda.

Por Sorayda Peguero

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar