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19/02/2009. El Observatorio para la Protección de los Defensores de Derechos Humanos solicitó una intervención urgente en Colombia por la persecución a un reportero.
Dieciocho días antes, mientras realizaba un documental sobre las FARC para History Channel, el Reportero coincidió con la liberación de cuatro secuestrados. Grabó imágenes, realizó entrevistas. Al regreso, dos colegas y él fueron seguidos por una patrulla militar, luego fueron retenidos durante horas. El Ejército y el DAS intentaron incautar su material informativo. Evoca el Observatorio que el presidente de turno señaló al Reportero de ser “colaborador de la guerrilla”, que el fiscal general anunció la apertura de una investigación en su contra. Reporteros sin Fronteras clamó ante el mundo: “Demasiadas connivencias peligrosas y declaraciones irresponsables del presidente Álvaro Uribe han puesto en peligro, y empujado al exilio, a algunos periodistas”.
Hace veinte años, el Reportero declaró a The Guardian: “Lo que la gente definitivamente debería saber es que el gobierno colombiano está denunciando y estigmatizando a los periodistas”.
(El gobierno colombiano está denunciando y estigmatizando a los periodistas. Sin comillas).
El Dies Irae de este réquiem se remonta al año 2012. La gerencia del Canal Capital atrapa al Reportero en la paradoja de la tolerancia de Karl Popper: “Reclamar, en nombre de la tolerancia, el derecho a no tolerar la intolerancia”. En 2014, el Reportero, aquel que arriesgaba su vida por la verdad, censuró al periodista Mauricio Arroyave por una entrevista a Carlos Vicente de Roux. Once años después, desde su trono en RTVC perpetúa los vetos a personajes (lo sé por fuentes directas) y susurra en las altas esferas de los medios “hegemónicos” y “tradicionales” para que les templen las riendas a los periodistas desbocados (mi fuente es directa).
¿Habrá algo más “hegemónico” y “tradicional” en Colombia que el uso del poder y los recursos del Estado (apoyado por el presidente de la República) para promover un ambiente de autocensura?
El 25 de marzo circuló una carta de defensa del ex-Reportero y actual director de RTVC. Los firmantes exaltan el “compromiso” del jefecito y “su esfuerzo […] promoviendo la pluralidad, la inclusión y la independencia”. Explicación no pedida.
Indignado por la reserva de la identidad de sus denunciantes, en A Fondo con María Jimena Duzán, el ex-Reportero olvidó que al periodismo colombiano lo ampara la protección de la fuente. Aseguró que las denuncias buscan “desprestigiar” a RTVC. Y se curó en salud: todo escrutinio que cualquier medio haga de sus acciones es parte de un plan para “deslegitimar”. (Bajo esa lógica de mordaza, trabajar para Blu Radio me impide el control del poder político).
Hubo una época en la que la obra periodística del Reportero era paradigma en las universidades. Hoy, quien pudo pasar a la historia en el mismo capítulo de Germán Castro Caycedo, optó por ocupar el párrafo de Vicky Dávila: la instrumentalización del oficio al servicio de la politiquería. Vanidad sin hastío.
Hollman Morris es el único político poderoso que logró sepultar al Reportero.
