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Los paramilitares de Floridablanca

Beatriz Vanegas Athías
23 de junio de 2020 - 05:00 a. m.

Muy cerca de donde vivo (en Floridablanca, Santander, Colombia), el 14 de junio, ocho paramilitares (el brigadier Luis García los llama “vigilantes informales”) atropellaron con machetes a un habitante de la calle, un ser que no puede quedarse en casa y tampoco puede irrumpir con libertad un viernes sin IVA en un almacén a dar cuenta de su pequeñez mental y propagar el coronavirus a cambio del falaz descuento de un objeto que tal vez (¡a qué negarlo!) llenará su desesperación de habitar un país que no le brinda nada.

Pero no quiero desviarme. El asunto es que el 14 de junio, y desde días anteriores del mismo mes, un escuadrón de hombres vestidos de negro, con pasamontañas, machetes y otras armas, se están ensañando con estos seres. En el parque central de esta ciudad de Santander que se precia indignamente de tener los impuestos y servicios más caros de todo el departamento, muy cerca de un banco y de la Alcaldía siempre es posible ver alrededor de cuatro indigentes con los que me he topado muchas veces y quienes me saludan, no solo a mí, sino a los vecinos de la plaza y del parque. Estos indigentes no piden dinero. Ellos sobreviven y se acompañan de unos tres perros que dormitan a su lado. A ellos los están persiguiendo “los vigilantes informales” que no son más que paramilitarismo urbano. ¿Quién los financia? ¿Quién da la orden?

El alcalde, Miguel Ángel Moreno, heredero del conservador Héctor Mantilla, ahijado a su vez de la conservadora vice Marta Lucía Ramírez, a quien para la consulta del 2018 respaldó de manera descarada con volantes que decían “Vote Marta Lucía Ramírez, la de Mantilla”, no ha liderado un solo proyecto para rescatar y dar una segunda oportunidad a estas personas. El sábado 20 de junio, cuando el video se propagó de manera generalizada, salió a decir que ya los capturaron. ¿Y a los financiadores? ¿Dónde están los financiadores?

Floridablanca es un bastión uribista que se proyecta en el Partido Conservador. Por ello no es extraño que sea un municipio que en los últimos diez años ha soportado la hegemonía por parte de este partido que, en lugar de progreso, arroja una estela de corrupción: tres alcaldes destituidos, dos sancionados con pérdida de investidura, dos capturados y una mancha de corrupción en las gestiones realizadas. Pasó de agache con investigaciones que no prosperaron el joven abogado Héctor Mantilla, quien entregó la Alcaldía a Miguel Moreno (su compañero y amigo de universidad y en la Alcaldía), que será más recordado por el pago de las coimas a concejales por acompañar y aprobar el proyecto del Plan de Desarrollo de este municipio del área metropolitana. Pero nada pasó y Mantilla se fue de asesor de la muy polémica vicepresidenta de la República y legó al municipio su candidato Moreno, quien es hoy el alcalde cuidador del fortín conservador en Floridablanca.

En ese contexto (y en el del manto de impunidad de las calles desoladas por la pandemia) aparecen los paramilitares urbanos que lesionan los derechos humanos de los habitantes de Floridablanca. Porque el respaldo silencioso a este tipo de violaciones de los derechos humanos desde el llamado alto gobierno es preocupante y el ejemplo cunde y es el mejor método de enseñanza.

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