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Amagues diplomáticos y ansiedades peligrosas

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César Niño
25 de agosto de 2025 - 10:37 p. m.
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Las formas en que Donald Trump y su administración han optado por tratar la cuestión de la invasión rusa a Ucrania parecen fantasiosas; responden a la manera en que él entiende —o al menos pretende dar a entender— su visión del mundo. Trump recibió a Putin en Alaska con todos los festones y tapetes, incluso con coreografía y revista aérea. Recibió a un criminal de guerra, uno seducido por las cumbres y los pactos para luego violarlos. Rompió más de tres años de aislamiento ruso, estrechó la mano de un criminal de guerra, y todo el simbolismo que ocuparon los lentes de los periodistas genera una preocupación no menor: cualquier hipotética negociación entre Rusia y Ucrania es una victoria para Moscú.

Puede que el afán y la ansiedad de Trump por lograr un arreglo entre Putin y Zelensky estén motivados por su ambición de obtener el Nobel, incluso de tejer la liana hacia el cielo y la vida eterna. Algo así dijo a los medios de comunicación: “Quiero intentar llegar al cielo, si es posible. He oído que no me va bien. Estoy en el último escalón del escalafón. Pero si puedo llegar al cielo, esta será una de las razones”. Su afanosa ansiedad puede ser peligrosa y salir muy mal.

La mediocridad de lo ocurrido en Alaska solo le da ventajas al agresor y deja a la diplomacia estadounidense en un plano inferior, relegado y en una posición de incertidumbre. Trump nunca ha puesto sobre la mesa justicia para los criminales de guerra rusos, ni las reparaciones que Rusia debe, ni tampoco ha imaginado qué rol podría cumplir su país en la urgente reconstrucción de Ucrania.

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Las negociaciones, en caso de que lleguen a darse —a pesar de las visiones opuestas sobre los mínimos existenciales entre Kiev y Moscú—, requieren preparación, rigor, método y tiempo. No se puede avanzar cuando el agresor no reconoce que está agrediendo; no se puede lograr nada cuando el invasor justifica violar la soberanía de otro porque reclama lo que ya no es suyo, e incluso territorios que nunca lo han sido. Se puede esperar de todo cuando la única salida realista que tiene el agredido es seguir luchando.

En ese mar de ansiedades globales queda la impostura de salidas populares. Putin finge que quiere la paz, pero ¿qué entiende un criminal de guerra por paz? ¿Una paz violenta? ¿Una paz impuesta? Y si es impuesta, también es violenta y totalitaria. Mientras tanto, Trump simula creer en la paz de Putin sin saber de qué se trata, y, como lo ha señalado Dmytro Kuleba, da la impresión de que Zelensky finge creerle a Trump. Los tres amagues solo producen más ansiedad y más peligros, porque aceptar que una invasión pueda modificar legalmente las fronteras desbarata el orden mundial, ya bastante mohoso.

Suena contraintuitivo, pero esta guerra no se resuelve con una negociación; al menos, no con una impuesta. Mientras Rusia niegue el derecho a existir de Ucrania y Kiev se resista a ser absorbida por Moscú, no habrá ninguna garantía que —valga la redundancia— garantice que no se volverá a atacar a Ucrania. Ya ocurrió tras el Memorando de Budapest de 1994. Nunca nada garantizará que un dictador no viole las reglas de juego. Esto solo empuja a que, sin ningún tipo de reparación, la guerra se salga del corral y todos se sientan con la legitimidad que les brinda la ilegalidad para definir existencias ajenas.

Las potencias ansiosas quieren volver a las viejas zonas de influencia, y mientras eso ocurre —vuelvo y digo—, un mundo ansioso es un lugar peligroso.

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César Niño

Por César Niño

Profesor de Relaciones Internacionales.@cesarnino4
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Juan Montoya(cnp52)26 de agosto de 2025 - 10:35 a. m.
Le encantan los criminales de Guerra. Esas son las manos que le gusta tomar.
Jhonfredyss(15292)26 de agosto de 2025 - 01:31 a. m.
Estoy de acuerdo con usted, Trump no debería darle la mano a un criminal de guerra. Sólo se equivocó de personaje, creo que debió referir a Netanyahu.
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