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A la empresa le tomó más de seis horas restablecer sus servicios. Mientras esperábamos conocer más sobre lo que había originado el problema, los memes se multiplicaban e iba apareciendo información de lo sucedido.

El 4 de octubre pasadas las 10 de la mañana notamos, con algo de incertidumbre, que los mensajes que intentábamos enviar a través de WhatsApp quedaban pendientes de enviar y la aplicación del escritorio parecía desconectada. Revisamos si la conexión a internet funcionaba, pero como otros servicios de mensajería instantánea seguían funcionando, el problema no era de conexión.
Como tantas otras personas alrededor del mundo fuimos a Twitter para confirmar que estaba todo bien, allí vimos las quejas por la caída de WhatsApp, de Facebook, de Instagram y hasta de Oculus. Casi una hora después la cuenta oficial de Facebook en Twitter anunciaba que era consciente de los problemas que estaban teniendo las personas para acceder a sus productos. Sí, Facebook estaba en problemas.
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A la empresa le tomó más de seis horas restablecer sus servicios. Mientras esperábamos conocer más sobre lo que había originado el problema, los memes se multiplicaban e iba apareciendo información de lo sucedido. Supimos también que quienes trabajan en Facebook habían perdido el acceso a todos sus sistemas. Todo lo que de alguna forma dependiera de conectarse a su infraestructura, correos, autenticaciones, permisos de acceso, todo falló. Empezó a ser claro que la red de Facebook era inaccesible para el resto de internet, por eso sus servicios aparecían como no conectados.
Para explicar el fallo tenemos que empezar por recordar que Internet es un red de muchas redes y que navegar es transitar desde una red a otras buscando establecer una conexión entre un dispositivo (computador, celular, Tablet…) y otro equipo (servidor) donde está alojada la información o servicio requerido. Hay un protocolo que define la ruta que ha de seguirse para llegar de un dispositivo a otro a través de varias redes (BGP -Border Gateway Protocol-) y sin esa ruta navegar por internet se vuelve un paseo por un laberinto sin salida.
En el caso de la caída de Facebook del pasado lunes, debido a un procedimiento de mantenimiento defectuoso, se produjo una desconexión de varios centros de datos de Facebook, desencadenando el retiro de información crítica relacionada con el protocolo BGP. El error en el procedimiento de mantenimiento hizo que varios servidores de Facebook actualizaran las tablas que contienen las rutas de sus redes y en el proceso retiraron una parte importante de las direcciones que manejan. Así se quedaron sin doliente los datos que eran enviados a esas direcciones y por eso cualquier solicitud a una dirección de internet manejada por Facebook quedaba perdida.
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Recuperar el servicio requirió volver a actualizar esas tablas y reconectar la red de Facebook al resto de internet sin comprometer la información de los miles de millones de usuarios y usuarias y sin colapsar otros segmentos de la red. Sin duda se trató de un escenario terrorífico para una compañía que justamente se propone ofrecer “tecnologías para que las personas puedan conectarse con amigos y familiares, encontrar comunidades y hacer crecer su negocio”, una empresa de la que dependen millones de millones de personas en el globo.
¿Y esto qué tiene que ver con la neutralidad?
No es la primera vez que pasa algo así, pero esta vez se notó sobre todo porque Facebook es muy grande, sus aplicaciones dominan muchos mercados. Un efecto de ese tamaño en el que poco nos detenemos y que debe ser considerado es el entorno favorable que se ha creado para esa dominancia y cómo el sector público lo ha favorecido en países como el nuestro.
Al estar estas aplicaciones bajo el ala de Facebook y su músculo financiero, han contado con una importante inversión en usabilidad y en hacer que sus servicios sean ligeros, aprovechan la conectividad disponible en cualquier lugar del mundo de la mejor manera. Aceptémoslo, eso lo han hecho bien y facilitan las comunicaciones para muchas personas.
Por otro lado, sus aplicaciones más populares son apetecidas en los planes “cero rating” alrededor del mundo. Es decir, los proveedores de servicio de internet no les cobran a las personas usuarias por el consumo de datos asociados a WhatsApp y a Facebook -a veces también a Instagram-. El cero rating significa que usar estos servicios de Facebook es gratis para las personas que tienen planes de datos con esas características.
Todo esto hace que sea difícil para los servicios que compiten con Facebook y WhatsApp -como Mastodon o Signal- posicionarse en los países donde las conectividades son malas, es muy costoso conectarse y todavía no hay buenos índices de apropiación digital.
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Así estas aplicaciones se ajustan a las necesidades de conectividad, uso y bolsillo de amplias franjas de la población para quienes es muy costoso usar una alternativa, además mientras más gente usa esas aplicaciones es más difícil para otras no hacerlo y todo eso las hace más fuertes. Las alternativas son entonces un privilegio y en esas condiciones la lógica termina siendo que es mejor tener poco o limitado acceso a internet a no tener nada.
Volvamos al cero rating. Que existan planes de cero rating como algo natural no es la regla mundialmente. Desde que se inventaron los planes cero rating se discute que van en contravía de la neutralidad de la red. La neutralidad de la red es un principio legal que propone que los proveedores de servicio de internet traten todos los servicios que transiten sus redes de la misma forma, sin discriminarlos, sin restringirlos.
Los planes de cero rating están prohibidos en algunos países, como India, para evitar que incentiven espacios digitales cercados. En estos países privilegian que internet sea igual para todas las personas, que no se convierta en una colección de aplicaciones para celular. En muchos otros países se ha regulado la oferta de estos planes para mitigar sus efectos, esto sucede sobre todo en los países desarrollados. En otros, especialmente en los países en desarrollo, no se regulan e incluso se aceptan.
En Colombia por ejemplo tenemos una excepción a la neutralidad de la red que expresamente los autoriza. En el documento de la “Consulta pública sobre neutralidad de la Red en Colombia” de la Comisión de Regulación de las Comunicaciones (CRC) se muestra cómo en Norte América y Europa el cero rating está regulado mientras que en Asia y en Sudamérica no.
Entonces, si la caída de Facebook del 4 de octubre mostró que es peligroso depender de infraestructuras centralizadas, esto no solo depende de las personas y las empresas, también obliga a replantear la aproximación regulatoria de nuestros países. El cero rating incentiva y privilegia estas aplicaciones contribuyendo a hacerlas una infraestructura necesaria para muchas personas.
El círculo vicioso continúa porque a más personas usuarias de las aplicaciones, más se privilegia esas aplicaciones tal y como sucede en las comunicaciones del sector público. Por ejemplo, las autoridades hacen “Facebook lives” para comunicarse y comunicar decisiones y cada vez más se popularizan los chats empresariales de WhatsApp para interactuar con el gobierno e incluso para acceder a derechos -como los servicios de salud- sin cuestionar esta centralización o mitigarla. Es usual que no se ofrezcan alternativas, al final si la mayoría de la gente está ahí no hay necesidad de tomarse la molestia. Qué error.
Dejando de lado el privilegio que tenemos nosotras de contar con alternativas, las seis horas de desconexión de un servicio esencial para millones de personas en el planeta el pasado 4 de octubre mostró el impacto de la centralización de las comunicaciones en manos de poderosos privados. Durante ese tiempo la economía y el ejercicio de derechos para muchas personas que no pudieron trabajar, vender sus productos o acceder a servicios esenciales, se congeló.
Entonces, ya sabemos que la infraestructura de comunicaciones actual es muy compleja y está controlada por los privados. Esto tiene pros y contras, pero, un lustro de evolución de los planes de cero ratings muestran que dejarla solo en manos del mercado, sin regular, ya no es una opción en nuestros países. Aprovechemos la consulta de la CRC y participemos de la discusión.
* Fundación Karisma.
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