El Caminante

De dónde son los cantantes

Fernando Araújo Vélez
10 de octubre de 2020 - 11:14 p. m.

Yo también quería saber de dónde eran los cantantes, como aquella vieja canción que oía de niño. Pensaba que todos vivían en un mismo pueblo, que salían a cantar y luego retornaban, cargados con sus decenas de instrumentos, y que en aquel pueblo, por supuesto, todos los habitantes hablaban con música, caminaban cantando, y hasta cuando dormían soñaban con música. Con los años he vuelto una y otra vez a aquella canción, “Mamá yo quiero saber, de dónde son los cantantes”, y la he tarareado y he soñado con mis antiguos sueños, y con ellos, por ellos, he ido comprendiendo que las sociedades son consecuencia de la vida y las decisiones y los hábitos y enseñanzas de un sinfín de personas, de personajes, de costumbres y herencias, entre tantas otras cosas, y que por lo tanto, no son inmodificables.

No son un absoluto, ni un montón de reglas-leyes-decretos plasmados en una inmensa piedra. Las sociedades son el resultado de una infinita cantidad de variables creadas por ellas mismas. Se van construyendo y transformando. Dependen de ellas. Sus dinámicas, su moral, su espíritu, surgen de su gente. Y su gente, gente honesta o marcada por la viveza, gente solidaria o mezquina, es el resultado de todas y cada una de sus prácticas. Los grandes personajes, los Tolstoi o Goethe, los Thomas Mann o Mozart o Picasso o Chagall o Borges, por citar apenas unos cuantos, no son obra de la casualidad ni lograron hacer lo que hicieron por generación espontánea. Tuvieron ejemplos, espejos en los que quisieron verse y se vieron. Leyeron libros y vieron cuadros y oyeron música que alguien les mostró, seguramente de niños.

Y mientras pasaban los años fueron encontrando a otros parecidos a ellos, con similares preocupaciones. Conversaron, se nutrieron mutuamente. Tal vez se habrán prestado documentos y habrán soñado con un proyecto común. Intercambiaron ideas, pasiones, sueños. Cada uno fue un libro escrito y por escribir para el otro. O un lienzo pintado y por pintar. Ninguno se hizo de la nada. Ninguno se encontró con el otro por arte de magia. De una u otra manera, se buscaron y se encontraron, en ocasiones por lo que tenían en común, y en otras, porque eran opuestos, y ese ser opuestos los hizo enriquecerse. Se volvieron una pequeña sociedad dentro de la gran sociedad, y en algunos casos, esa pequeña sociedad se multiplicó. Esparció sus tentáculos y contagió a algunos, y de contagio en contagio y de ejemplo en ejemplo lograron cambiar la vieja sociedad, hasta volverla un poco como aquella canción que tanto me intrigaba de niño.

Fernando Araújo Vélez

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com

 

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