Notas al vuelo

Abrocharse el cinturón

Gonzalo Silva Rivas
12 de abril de 2017 - 02:00 a. m.

Satena, la aerolínea estatal encargada de brindar transporte aéreo en las regiones de menor desarrollo del país, cumple hoy 55 años de operaciones. Sostener el vuelo durante largo medio siglo, enfrentando limitaciones financieras, complejidades territoriales y las vicisitudes de un mercado difícil, tanto por las condiciones físicas y técnicas de los aeropuertos que sirve, como por el bajo poder adquisitivo de sus poblaciones, resulta casi un milagro en un país donde la desidia oficial, la politiquería y la corrupción no suelen dejar presa servida sobre la mesa de la administración pública.

Desde cuando el presidente Lleras Camargo le diera pista el 12 de abril de 1962, la empresa desempeña una función social poco reconocida, simbolizando la figura del Estado en zonas de agreste topografía y con elevados índices de conflicto y pobreza. Su aporte ha sido decisivo para interconectar los territorios vulnerables con las grandes capitales. Regiones apartadas del país, como el Pacífico y la Amazonia, estarían literalmente aisladas y sus habitantes, productos y mercancías no contarían con un medio de locomoción rápido y seguro, si sus aviones no hicieran presencia y ejercieran soberanía.

Satena se eleva a la mitad del quinto escalón siguiendo un trayecto convulsionado, entre turbulencias y vientos cruzados. Sus reducidos recursos operativos y financieros, junto a controvertidos manejos contables y administrativos de años anteriores, le han dado varias sacudidas. El panorama actual aunque pinta mejor no deja de ser incierto. Factores como la baja rentabilidad de su servicio, sumado a la escasa flota, la dura competencia de las compañías comerciales en las rutas principales que comparte y el lastre que para sus pasivos representa el impacto del dólar frente al peso, ponen en posición de alarma varios de sus instrumentos de seguridad.

Los esfuerzos que se adelantan para inyectarle combustible buscan ser un punto de partida para asegurarle estabilidad e inclinar su trayectoria. La compañía —apoyada por el subsidio que a regañadientes le concede el Estado para compensar las pérdidas producidas por el 73 por ciento de su operación social— moderniza el equipo aéreo y aplica estrategias gerenciales para darle estabilidad a los itinerarios y mejorar la comercialización. Las cifras recientes muestran avances. El año pasado transportó 922 mil pasajeros, 350 mil correspondientes a su componente de rutas sociales. Su índice de ocupación alcanzó el 76 por ciento, cuatro puntos por encima de 2015, y el escalafón de cumplimiento la colocó, después de Avianca, en el segundo lugar, con un 87 por ciento de desempeño.

La aerolínea remoja alternativas y le apunta al futuro inmediato con una política de impulso al suroccidente del país para llevarle nuevas frecuencias a ciudades como Puerto Asís, Puerto Inírida, Tumaco, Mitú, Ipiales, Villagarzón y Leguízamo. La consolidación de su red de rutas, respaldada por el fortalecimiento de su cobertura a otros rincones del territorio nacional, con servicios económicos y mayor oferta de sillas, contribuiría a cerrar brechas y a garantizar su obligado sostenimiento en épocas de paz.

Si el Gobierno nacional asume un control efectivo y promueve el desarrollo de las regiones afectadas por el enfrentamiento armado, donde Satena desenvuelve buena parte de su actividad, le abonará el campo para promover destinos y dinamizar mercados. Sacarla del llavero de las prioridades oficiales conduciría a provocarle un aterrizaje forzoso y privaría de un servicio aéreo esencial a las poblaciones más vulnerables. Sería una declaración del estado de emergencia al posconflicto.

Capotear los nuevos tiempos exigirá mantenerla en los aires y transformarla en empresa eficiente y autosostenible para que le transporte progreso a esa Colombia marginada, en la que sus habitantes hoy no tienen más remedio que abrocharse el cinturón.

gsilvarivas@gmail.com

@Gsilvar5

 

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