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Dos de los anuncios más importantes dados a conocer durante la recién terminada asamblea anual del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) tienen que ver con el crédito por 250 millones de dólares que este organismo le concedió a Barranquilla y con el comienzo de los trabajos de construcción del Malecón del Mar en Puerto Colombia, por lo que significan en materia de avance y progreso, tanto para la modernización de la capital y de su vecino municipio, como para la potenciación de la actividad turística en esta zona costera.
En el primer caso, el crédito directo concedido a la Arenosa está perfilado para convertirla en la primera biodiverciudad del país e, incluso, de América Latina, mediante la acometida de un ambicioso paquete de programas de desarrollo urbano. Su alcalde, Jaime Pumarejo, presentó una visión planificada de la ciudad con miras a 2100, que incluye un suculento menú de obras, entre ellas la transformación del centro de la ciudad, la protección del emblemático barrio de El Prado, la recuperación de 26 mil hectáreas de espacio público para los ciudadanía, la construcción de cinco grandes parques metropolitanos, la redención de la ciénaga de Mallorquín –donde se construirá un ecoparque turístico- y la intervención de caños y arroyos para convertirlos en canales navegables.
La apuesta es jugarle al futuro, alrededor de un eje natural saludable, integrado a la planificación territorial. Esta estrategia de ciudad, basada en un modelo sostenible, prioriza la biodiversidad mediante el respeto a la naturaleza, lo que permitiría hacerla resiliente al cambio climático. Además, garantizaría bienestar, equidad e inclusión social para los habitantes y atraería un turismo alternativo de calidad, un plus para un destino que, hoy por hoy, juega sus principales cartas en el turismo corporativo.
En lo que concierne al Malecón del Mar, una obra tantas veces discutida y dilatada, se espera, ahora sí, que se vuelva realidad y regrese las miradas hacia Puerto Colombia, ese cálido rincón caribeño que, en los inicios del siglo pasado, facilitó la entrada a millares de extranjeros provenientes de distintas regiones del mundo que echaron sus raíces en esta costa, y que, luego, se consolidó como un eje turístico de primer nivel, gracias a la excepcional belleza de su entorno natural.
De las glorias históricas y turísticas de este municipio, ubicado en el área metropolitana de la capital del Atlántico, prevalece el recuerdo, tras haber caído en picada como atractivo de viaje: se fue desdibujando en la medida en que el célebre muelle, construido en 1888 por el ingeniero cubano Francisco Cisneros, perdía la hegemonía que, desde entonces y por medio siglo, ejerció en el país.
El acogedor espacio que decoraba su malecón, cuyo fondo transmitía a los turistas evocadores atardeceres y nostálgicas postales de pequeñas embarcaciones surcando el mar, se desgastó con el tiempo, acusando los males típicos de nuestra idiosincracia, conmunmente reflejados en la desidia de las autoridades para asegurar su mantenimiento y en las malas prácticas de porteños y visitantes. La escollera perdió el respeto de estos últimos y el orgullo y el sentido de pertenencia en los nativos. Se transformó en un lugar común, desordenado y sucio, y cayó en el abandono, devorado por la delincuencia y el deterioro.
En los últimos tiempos, la recuperación del muelle y la prolongación del malecón turístico no pasaron de ser un discurso trillado de gestión, sin efectos reales, pese a las cuantiosas inversiones públicas que se destinaron para que tomaran vuelo. Ahora, la gobernadora, Elsa Noguera, anuncia que el malecón se encuentra totalmente financiado, con inversión de 1,4 billones de pesos, y que será el primer proyecto que se ejecute, resultado del llamado Pacto por el Turismo del Atlántico, suscrito con Planeación Nacional, para promover la reactivación económica y turística del corredor costero.
La recuperación del muelle arrastrará la creación de un reservorio natural con senderos peatonales frente al mar; la recuperación de los manglares; la construcción del Centro Gastronómico Internacional, para resaltar la oferta representativa de la multiculturalidad de emigrantes que llegó por allí; la apertura del Mercado de la Sazón y Artesanías, que promoverá los sabores de la región, y el ordenamiento de la playa de Miramar, con espacios para el turismo y para la práctica de deportes náuticos.
De concretarse el multifácetico proyecto, Puerto Colombia revivirá el resplandor de comienzos del siglo pasado en torno a su viejo muelle, el primero que tuvo el país -para la época, el segundo más largo del mundo-, rodeado de su prodigioso entorno marítimo y natural.
La recuperación de Puerto Colombia, pero, en particular, el salto de Barranquilla hacia la modernización, dependerán del buen manejo de los cuantiosos recursos financieros que entrarán en juego y de las decisiones responsables de las autoridades para su ejecución. De lo contrario, en cuanto corresponde a La Arenosa, esta quedará, paradójicamente, enterrada y con un endeudamiento lesivo que hipotecará las finanzas distritales durante décadas, privando de bienestar a los habitantes y de su potencial aporte turístico a los viajeros.
@Gsilvar5