De cómo el fútbol impacta la vida diaria

Jorge Tovar
10 de junio de 2019 - 03:01 a. m.

Recientemente se viralizó un documento de trabajo publicado por profesores vinculados a la Universidad de Stanford y la Universidad de Zúrich sobre los inesperados efectos de la vinculación del egipcio Mohamed Salah al Liverpool.

El documento concluye que tras su incorporación al actual campeón de la Champions League, cayeron los crímenes de odio en el condado de Merseyside (donde se ubica Liverpool), y la retórica antimusulmana en redes sociales por parte de los hinchas rojos disminuyó. Un resultado inesperado del fichaje, pero no el único efecto “extraño” que genera el fútbol.

En el caso de Salah, los autores concluyen que el egipcio, siendo un modelo a seguir, logró “humanizar” y eliminar prejuicios hacia una comunidad con tradiciones diferentes a las locales. Si en América Latina en particular ha sido tradicional celebrar de rodillas santiguándose dando gracias a Dios (quién no ha visto videos de Jaizinho en el Mundial de 1970), Salah hizo famosa su celebración agradeciendo a Alá, postrándose de rodillas, con la frente al suelo. De repente, dicen los autores, la gente entendió mejor la cultura musulmana.

El positivo caso de Salah no es único ejemplo de aquellos resultados inesperados del fútbol. Hace unos años, en 2010 para ser precisos, Kavetsos y Szymanski, hoy en el London School of Economics y en la U. de Michigan, respectivamente, utilizaban encuestas sobre la percepción de satisfacción en Europa para estudiar el impacto de realizar megaeventos.

La literatura económica tiene un relativo consenso en que son pocos o nulos los efectos positivos financieros de organizar un Mundial de Fútbol o unos Juegos Olímpicos. Utilizando el caso de Copas del Mundo (celebradas en Europa) y Eurocopas encuentran que la percepción de satisfacción y felicidad aumenta en los países organizadores.

Curiosamente no en los que se proclaman campeones. Aunque reconocen que el impacto monetario puede estar sobreestimado, calculan que para la Eurocopa de Inglaterra de 1996, esa mayor percepción de satisfacción se podía valorar en 26.000 millones de libras esterlinas. Una cifra nada despreciable.

El efecto sobre el mercado accionario es otro ejemplo de cómo el fútbol puede tener efectos inesperados. En 2007, Edmans, García y Norli, entonces en UPenn, U. de North Carolina y la Escuela de Administración de Noruega, estudiaron los efectos que los resultados de selecciones en partidos oficiales entre 1973 y 2004 tienen sobre el mercado accionario. Tiende a entenderse como ejemplo de eficiencia y racionalidad. El principal hallazgo, sin embargo, es que el mercado accionario nacional cae en el día siguiente a una derrota del equipo nacional, hasta 49,4 puntos básicos en partidos de eliminatorias al Mundial.

El efecto es también relevante, pero económicamente más débil en deportes como cricket, rugby y baloncesto. El fútbol, en ocasiones, va más allá del balón.

 

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