Se ha escrito mucho sobre los problemas de comunicación del actual gobierno: sus contradicciones permanentes, sus salidas en falso, sus comentarios envalentonados, su aparente falta de control sobre lo que está sucediendo, su utópica retórica sobre un mundo mejor. Todo lo anterior no le sirve a un país que necesita permanente coherencia para salir adelante. Vivir desencuadernados como sociedad ha sido quizás una de las razones que siempre nos ha impedido avanzar con tranquilidad. Y es que una cosa es la idiosincrasia propia de nuestra andinopacificocaribeña cultura latinoamericana y otra el desgreño de nuestras instituciones y nuestros funcionarios a la hora de reflexionar y actuar sobre temas fundamentales para el futuro del país.
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Lo que está sucediendo con el Ministerio de Minas es un episodio más de lo errático que ha sido el gobierno a la hora de comunicar y tomar decisiones clave. Como bien lo muestra EE, la cronología de los hechos y los enredos subrepticios son la prueba reina de que si la cosa sigue así, el gobierno le terminará dando toda la razón a sus detractores. Las buenas intenciones de los días posteriores a la posesión presidencial van a quedar reducidos a cenizas y volveremos a los políticos de siempre: la izquierda colombiana ha sido incapaz de demostrar que es posible hacer realidad esa visión de buscar una sociedad mejor.
Es una soberana vergüenza institucional la manera como le toca a la viceministra de Minas explicar los hechos y casi denunciar a sus colegas de no haberla tenido en cuenta para la redacción o al menos revisión del famoso documento. Pero lo peor no es hacer visible esa ausencia de cooperación, sino los delicados entresijos políticos que hay detrás de un tema tan importante. Al parecer, un grupo de funcionarios de esa cartera le solicitó al presidente “muy respetuosamente” echar a la viceministra, lo cual denota la cantidad de trapos sucios que esconde la entidad: ¿Qué justifica semejante solicitud?
El mejor análisis sobre este tema lo escribió el respetado Juan Camilo Restrepo en una columna donde deja claro que nada justifica lo que está pasando y que todo esto “luce malicioso”. Hace bien Restrepo en recordar que la evaluación del ministerio fue manipulada por ellos mismos y deja un precedente de desconfianza en el gobierno que solo se suma a los errores cometidos en las semanas anteriores. Y es que tanta trama, tanta exposición de innegables dogmas, tanta ausencia de transparencia, le hacen demasiado daño al país y contradicen ese terrible oxímoron de la “paz total”. Con jugadas como esta será muy difícil que haya siquiera una pizca de paz.
¿Para dónde va este gobierno que tantas ilusiones despertó? Parece que por el momento para ninguna parte, como la mayoría de sus antecesores. Aún hay margen para retomar el rumbo, pero se va a necesitar más que una lógica discursiva confusa, presumida (como lo hace notar en su columna Francisco Leal) y casi tramposa.
Pese a que debemos seguir siendo optimistas, cerrar esta columna generando esperanzas no tiene mucho sentido. La esperanza debe generarla el gobierno mismo con actuaciones transparentes y comunicaciones claras que nos permitan entender hacia dónde vamos. El cuarto de hora de Petro está pasando más rápido de lo que él cree y necesita sentarse a reflexionar sobre su responsabilidad como presidente de este país. La confianza que muchas personas han depositado en su gobierno se está yendo al traste y no me sorprendería que mi sobrina de 7 años siga pensando que Petro le quiere hacer daño a todo el mundo. Petro: ¡Salga de su letargo, por favor!
@jfcarrillog
