Doña Juana somos todos

Juan Pablo Ruiz Soto
30 de agosto de 2017 - 02:00 a. m.

De nuevo, el relleno sanitario Doña Juana, que algunos llaman basurero o sencillamente botadero, vuelve a ser noticia. Se culpa de su colapso al mal manejo por parte del concesionario y al hecho de que está casi lleno y empieza a desbordarse. Hoy proponen su expansión o la creación de uno nuevo que, por lógicas razones, nadie quiere recibir en su localidad. El aspecto crítico no se toca.

Nosotros somos el problema. Los colombianos debemos modificar nuestro comportamiento respecto a la producción y manejo de basuras. Esto no es solo cuestión de la administración pública local o nacional: es asunto de todos y es expresión de subdesarrollo la basura que producimos y el precario manejo que de ella hacemos.

Venimos gestando la crisis bogotana hace muchos años. Como sociedad estamos subsidiando y apoyando la generación de basura, al permitir la producción y el uso de desechables innecesarios, y dejar que quien produce basura lo haga de manera gratuita. Debemos reducir la producción de basura.

Retomemos lo que decía en mi columna de octubre 13/2015, titulada “Bogotá, no todo es basura”: “El inminente cierre de Doña Juana obliga a Bogotá a liderar un proceso que debe extenderse a todo el país. Debemos disminuir la generación de residuos y mejorar su manejo, aprender que su manejo no termina cuando se arroja la basura en una caneca. Actuar distinto, más allá de reutilizar y reciclar, comprometernos a reducir la producción de desechos y suprimir el uso de desechables que pueden ser reemplazados por opciones ambientalmente sanas; presionar para que se haga una recolección selectiva, con separación en la fuente e incentivos y multas a quienes no lo realicen. Presionar por mayor responsabilidad en el sector empresarial, con políticas claras para el rediseño de productos y la producción limpia, estableciendo impuestos y penalizando la producción de desechables innecesarios, tales como botellas desechables para gaseosas, agua y cerveza. Lograr un saldo mínimo de basura —en Holanda es solo el 3 %—, y definir su disposición final en el mismo municipio, pues nadie tiene por qué recibir la basura de otros. Todo lo anterior, promoviendo la inclusión y formalización de los recicladores como parte integral en la recuperación de los residuos, dignificando su trabajo y armonizándolo con el interés social”.

Muchos municipios avanzan en temas de recolección, pero la producción per cápita de basuras sigue aumentando. Las prácticas en los países desarrollados logran que la producción per cápita de basura esté disminuyendo. Debemos adoptar y ajustar el manejo de residuos que tienen otros países. Es cuestión de elegir un sistema y adaptarlo a nuestra sociología.

Empecemos por lo básico; en Colombia, muchos estamos dispuestos a contribuir con el reciclaje: necesitamos un sistema que garantice que, una vez separados los materiales, las bolsas no sean rotas en la calle y los desechos esparcidos —la cantidad de basura que siempre está dispersa en los andenes es expresión de desacuerdo y conflicto social—. Exijamos un sistema que garantice que, después de haberlos separado en la fuente, no se mezclen los diversos materiales para ser transportados en el mismo camión al botadero.

Cambiemos de actitud; es cuestión de dignidad y calidad de vida. Todos tenemos parte y arte en el asunto.

 

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