No toda la deforestación es roja

Juan Pablo Ruiz Soto
01 de mayo de 2019 - 05:00 a. m.

La deforestación no es un tema de blanco y negro o de malos y buenos; es de grises. Generalizar y actuar según un enfoque unidimensional (una sola causa y un solo efecto) es errático y genera más problemas que soluciones. La dinámica de ocupación y transformación del bosque tiene múltiples causas y requiere múltiples maneras y estrategias que deben ser identificadas y trabajadas para gestar soluciones.

Todos estamos de acuerdo en conservar nuestros bosques. Lo que exige parar la deforestación. Mayoritariamente, sabemos que debemos modificar el modelo de expansión de la frontera agropecuaria que, en los últimos 50 años, ha resultado en la destrucción de bosque húmedo tropical para el establecimiento de ganadería extensiva, con presencia discontinua de coca, minería y cultivos de pancoger.

La deforestación —iniciada por campesinos para cultivos de pancoger y coca— y su posterior extensión en pastizales reproducen la pobreza y la marginalidad. El colono vende las “mejoras” a terceros y se interna de nuevo en la selva, reiniciando el ciclo. Él y su familia se convierten en deforestadores a destajo, cuyo trabajo es pagado a bajo precio por inversionistas de finca raíz que establecen haciendas. Gracias al desarrollo de infraestructura —subsidiada por el Estado— esa tierra se valoriza y se convierte en fuente de riqueza y de poder político y social.

Frenar la deforestación, hoy dinamizada por la especulación con la propiedad del suelo unida a ganadería extensiva, minería con mercurio y coca, requiere presencia del Estado. Pero no es solo cuestión de Ejército y Policía. En medio está el campesino-colono que requiere apoyo y tiene derechos. La solución tampoco es —como la que propone el gobernador del Guaviare— expandir los cultivos de palma, construir carreteras y apoyar la ganadería con crédito.

Hay que aplicar la ley y frenar la deforestación adelantada por inversionistas y políticos locales. Pero tenemos que buscar alternativas para apoyar al campesino colono que por condiciones de pobreza y falta de oportunidades está allí. Alternativas que deben evitar la brutal destrucción de la rica selva tropical de la Amazonia. En los hatos ganaderos “el ganado se come la gente”. Allí donde la tala y el proceso de establecer la pradera para venderla como “mejora” genera trabajo para 20 familias, una vez establecido el hato ganadero, con una sola familia se maneja el predio. Este no es el futuro que queremos para la Amazonia.

No se puede dar el mismo trato al inversionista, que ocupa política y económicamente un territorio —con recursos del narcotráfico, Toyota y motosierristas a sueldo—, que al campesino colono que desposeído y con trabajo familiar establece una “mejora” buscando sobrevivir. Estos casos extremos y muchos intermedios interactúan en las mismas zonas o “frentes calientes de deforestación”. Para el colono, las Zonas de Reserva Campesina son una gran opción y el Estado debe apoyarlas.

Nota: en los Parques Nacionales Naturales (PNN), las imágenes satelitales nos indican quiénes y desde cuándo están allí. Los que estaban en el sitio antes de la creación del PNN tienen derechos; los que llegan después no los tienen. Esto debe ser claro para todos, incluidos los campesinos colonos que no pueden pretender establecer nuevos frentes de colonización en los PNN.

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