Ambiente, “Monos” y guerras

Julio Carrizosa Umaña
04 de septiembre de 2019 - 02:22 a. m.

Nadie se esperaba el lanzamiento de “Monos II”. La película Monos acababa de estrenarse y ya a muchos nos había generado terror, ira y algunas, muy leves, esperanzas. Es muy probable que Monos gane varios premios y, ojalá, un Óscar. Se los merece no solo por profundizar en la naturaleza humana, sino por mostrarnos con toda su complejidad las interrelaciones entre nosotros y los principales paisajes colombianos; concretamente entre un grupo de adolescentes armados, el páramo y la selva húmeda y virgen. Los responsables del sonido y la fotografía de Monos ayudan a comprender las intensas relaciones entre lo alto de los Andes, con sus nieblas, sus fríos y sus extrañas plantas; la selva, con sus lodos, el canto de sus aves, sus insectos insoportables, sus aguas claras y vigorosas y los seres humanos, pero es el guión de Monos el que puede ayudar más a comprender las tragedias colombianas.

La primera parte de Monos está filmada en Chingaza y las horrendas estructuras de concreto en que se protege la guerrilla es lo que queda de uno de nuestros grandes fracasos industriales. Los que se esconden en ese sitio son adolescentes, niños y niñas, a quienes se les encomienda cuidar a una joven extranjera secuestrada y en las primeras escenas lo que cuenta es su disciplina, su obediencia sin límites a las absurdas órdenes de un enano mayor. En las escenas siguientes de la película son el páramo y la selva las que dan órdenes y es entre sus nieblas y susurros en donde los jóvenes empiezan a enloquecer, a convertirse en sus raíces primarias.

Las imágenes de “Monos II” que fueron lanzadas por todos los medios y redes sociales el pasado 28 de agosto obviamente no son sino un plagio, una imitación atroz que aspira a reproducir las desgracias de cincuenta años. La imagen del video paradójicamente está bien hecha, porque muestra las sensaciones que dominan las mentes de los actores: el que trata de asumir una posición semejante a la de los generales de las guerras civiles, los que están impertérritos, conscientes de la probabilidad de enriquecerse y el que lanza el discurso tratando de incluir en sus palabras todas las doctrinas que leyó en los manuales.

Veamos todos a Monos que ayuda a comprender lo que sucedió y confiemos en que “Monos II” es solo un plagio mal hecho. Monos I muestra el futuro de las mentes jóvenes dispuestas a reflexionar sobre sí mismas. “Monos II” apenas logrará ser una mala imitación del pasado.

 

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