Las costas colombianas son poco poderosas y muy pobres, pero muchos de sus habitantes dicen que son felices.
¿Cómo explicar esta paradoja? Las corrientes principales de las ciencias económicas y políticas no lo pueden y sería necesario apelar a otros conjuntos científicos para explicar por qué en medio de la pobreza y de la segregación política hay gentes que viven felices de la vida en las costas colombianas. Sin embargo, es muy posible que tampoco las principales aproximaciones de las ciencias sociales, la psicología, la sociología y la antropología, puedan por sí solas explicar esta situación, aunque las cosas comienzan a aclararse con lo que hoy se sabe de la complejidad de los cerebros humanos y de cómo las sociedades pueden ser demasiado simples aun cuando reúnan una complejidad cultural.
El concepto de sistema complejo se aplica cuando se rompen los dogmas de todas las anteriores disciplinas y los restos, que son importantísimos, se unen, en un solo nivel de importancia, a la ética, la estética, la ecología, la geografía y la historia para reconocer y comprender la complejidad de la realidad. Si estudiáramos las costas colombianos como sistemas complejos, tal vez podríamos comprender por qué, en medio de la pobreza certificada y de la corrupción política de unos pocos, la felicidad, el éxito internacional, la creatividad asombrosa, florecen, por lo menos unos instantes diarios, en medio del paisaje más bello del mundo.
Afortunadamente hay dos conceptos recientes que podrían aplicarse en Colombia para comprender no solo lo que sucede en la costa Caribe y en la costa del Pacífico, sino en muchos otros sitios en donde al ser entrevistados los colombianos pobres y aislados de la política contestan que son felices; me refiero al concepto de “buen vivir” y al de “civilización del amor”, ambos generados por visiones complejas de la realidad.
El Vaticano y los congresos de Bolivia y de Ecuador han sido los creadores de ambos conceptos, el buen vivir surge cuando en ambos países los descendientes de las comunidades indígenas logran ser elegidos y conformar mayorías que se apartan de los dogmas simplificadores de las ciencias económicas y políticas y desdeñan la importancia de las cuentas nacionales. El Vaticano va más allá, en su encíclica Laudato si el papa Francisco define la civilización de amor con el concepto de amor social y de paso destruye lo poco que queda del modelo neoliberal. Podríamos consolidar la paz estudiando el buen vivir de la costa y amándonos los unos a los otros.