No me parece que el Ejército colombiano sea especialmente inepto como lo dice mi amigo Gómez Buendía para explicar las dificultades del proceso de paz.
Tal vez lo que sí sucedió durante estos setenta años, diez de guerra partidista, dos o tres de paces mal hechas y el resto de guerra contra las guerrillas, fue que estas siempre supieron aprovechar las características físicas y bióticas de los ecosistemas que estructuran nuestro territorio y que esas mismas características han dificultado ejercer la autoridad central en todo el territorio, obstruyen las actividades productivas, obstaculizan la acumulación legal de capital y facilitan las operaciones económicas ilegales, especialmente el narcotráfico.
En mi libro Colombia compleja proporciono detalles que sustentan esta hipótesis. En esta columna recordaré algunos de ellos, interesantes en estos días de verdades y copas medio llenas. Me referiré a Valencia y a Uribe, quienes estuvieron especialmente interesados en ganarle la guerra a la subversión.
Valencia desató una efectiva persecución contra los “bandoleros” que no habían entregado las armas al gobierno de Lleras Camargo. Sin embargo, su operación principal contra las guerrillas de los “comunes” fracasó debido a lo abrupto del sitio que había escogido Tirofijo para fundar las Farc y en el resto de su período no logró nunca “cazarlo” en los montes de las cordilleras central y oriental, los cuales siempre ocultaron a la guerrilla en sus pliegues y repliegues y le proporcionaron suficiente agua y alimentos.
Desde principios de la década de 1980 los narcotraficantes aprovecharon el clima caliente y húmedo y los suelos arcillosos para aumentar la producción de coca, utilizaron la selva para esconder laboratorios y se sirvieron de nuestras dos costas oceánicas y de la cercanía geográfica a Estados Unidos para colocar por mar y cielo la cocaína en los mercados internacionales. Uribe encontró a las Farc enriquecidas por los impuestos cobrados a esos narcos, escondiéndose en la selva amazónica o en lo alto de las cordilleras.
Hoy la situación tiene aspectos políticos muy diferentes, pero nuestros ecosistemas son los mismos, seguimos cerca a los mercados de adictos, la selva y las cordilleras ocultan la ilegalidad y la coca se da bien en el trópico húmedo. La complejidad de los ecosistemas, su efecto en los flujos de dinero y no la ineptitud del Ejército explican por qué ni Valencia ni Uribe lograron la victoria final y también explican las dificultades actuales.
Miembro de Paz Querida