Vivir bien en la frontera

Julio Carrizosa Umaña
03 de octubre de 2018 - 08:10 p. m.

En lugar de estar pensando y forjando guerras absurdas, colombianos y venezolanos deberíamos estar diseñando el buen vivir en nuestra larga frontera, en La Guajira, en ambas laderas de Perijá, a lo largo del Catatumbo y del Zulia y en las costas del Golfo de Venezuela, en Cúcuta y en San Cristóbal, en los parques de Tamá, en Arauca y Guadualito, en Puerto Carreño y San Fernando de Atabapo, a lo largo del Arauca, del Meta, del Orinoco y del río Negro, en la selva del Caguán y del Amazonas, en Puerto Inírida, en Maroa, en San Felipe y en San Carlos de Río Negro.

La nación wayúu en La Guajira podría producir energía solar y eólica para ambos países, las comunidades indígenas sobrevivientes en las selvas de Perijá y Catatumbo darían ejemplo de resiliencia al resto de las comunidades amerindias, los llanos del Arauca y del Orinoco alimentarían a todo el Caribe, entre San Cristóbal y Cúcuta y entre Puerto Carreño y San Fernando se podrían construir metrópolis que fueran modelo de sostenibilidad ambiental, de calidad de vida y de integración política y social, y la biodiversidad a lo largo de las cuencas del Arauca, Meta, Orinoco, Inírida, Caguán, Casiquiare y Negro podría constituir un emporio de recreación cultural y de protección ecológica para todo el planeta.

Sería solo necesario que las buenas personas de ambos países, que son mayoría, dejaran a un lado, como curiosidades históricas, los dogmatismo de izquierda y derecha y se abrieran a la posibilidad de que el bravo pueblo de ambos países con la libertad, el orden, la ley, la virtud y el honor y con todas sus complejidades dejara de ser, como lo han sido hasta ahora, fieles discípulos de Smith, de Marx, de Lenin o de Schumpeter; que se olvidara de manos invisibles y de revoluciones fracasadas durante más de 300 años, productoras solo de líderes embobados con el poder y el dinero.

Si en vez de solo ser homo economicus o homo politicus volviéramos a ser verdaderos humanos buscadores de felicidad, plenos de aspiraciones éticas, cognitivas y estéticas, de bondad, de belleza y de saber, capaces de reírse de sus enemigos y también de abrazarlos; compasivos y críticos al mismo tiempo, tal vez podríamos aplicar el enorme dinamismo del mestizaje y del mulataje unidos a todas las mezclas y las limpiezas genéticas para que la raza cósmica logre vivir bien en esa anfictionía que soñó Bolívar.

Vale la pena soñar de vez en cuando.

*Miembro de Paz Querida y de Futurible

 

 

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