Desenmascarados

Marx y Lenin, entre muchos otros, estarían revolcándose en sus tumbas viendo que elementos de su creación, sectores de la izquierda, en teoría humanista, incluyente, pluralista, yacen cómodos en la cama con el islam radical, unidos en un amor incondicional, por el odio a los judíos.

Sectores de la izquierda y los movimientos “progres” (“woke” en inglés) han quedado desenmascarados. Más allá de las supuestas causas que dicen defender, lo que definitivamente los motiva, los incita, es un antisemitismo crudo que los lleva a celebrar la peor matanza de judíos desde el Holocausto. Abrazan una ideología tiránica, teocrática, que oprime a las mujeres, mata a los homosexuales, elimina todas las libertades individuales.

Algunos de esos autoproclamados defensores de los derechos humanos, quizás algo sonrojados, buscan disfrazar su antisemitismo con un término “políticamente correcto”: antisionismo, como si eso tapara sus vergüenzas pero en realidad lo que hace es resaltarlas. Las manifestaciones “propalestinas” no son tal, son festivales de odio en las que las consignas que vociferan son la destrucción de Israel y diatribas contra los judíos.

En universidades élite en Estados Unidos, las que hacen parte del “Ivy League”, se ha celebrado por parte de diversas organizaciones “woke” el asesinato de judíos como si fuera el triunfo de su equipo de fútbol americano. Un profesor de Cornell exclamó en una movilización que el ataque de Hamás había sido “excitante y energizante” generando aplausos masivos de los asistentes. Se pregunta uno, si algunas de esas afamadas universidades hubieran existido en la Alemania Nazi, no serían las escuelas de altos estudios de los oficiales de las SS.

Cuál habrá sido la reacción de los progres y sectores de la izquierda si Hamás en vez de asesinar judíos hubiera cometido la masacre contra otra minoría vulnerable, digamos afros, aborígenes, mujeres o LGBT. Habrían salido, quizás, a marchar contra esos radicales islamistas, retrógrados, yihadistas, homofóbicos, misóginos. Pero si los muertos son judíos, esos yihadistas deben ser buenos. Tal es la hipocresía que cuando Bashar al Assad asesinó palestinos en el campo de refugiados de Yarmouk o el ejército libanés hizo lo propio en el campo de Nahr Al-Bared ni rechistaron.

A los que quieren olvidar lo que pasó el fatídico octubre 7 o peor aún, negarlo, como ya lo están haciendo por estos lares, se los recuerdo. Centenares de terroristas de Hamás penetraron a Israel desde Gaza, llegaron a las pequeñas comunidades aledañas a la frontera (kibutz), asesinaron con una sevicia indescriptible a familias anteras en sus hogares, violaron a las mujeres antes de quemarlas, a las embarazadas les sacaron los bebés y los bayonetaron, degollaron bebés, acribillaron a tiros a jóvenes en un festival de música y se llevaron más de 230 secuestrados, la mayoría niños, mujeres y ancianos de quienes aún no se sabe nada. Eso es lo que están celebrando.

Es de esperar que en el movimiento “progre”, “woke”, en sus diversas corrientes, haya un sacudón, que miembros horrorizados con las posturas defensoras de Hamás, entiendan que no se puede ser defensor de causas sociales, progresistas y aliarse con los más retrogrado del espectro político, ser antisemita, regocijarse con la muerte de judíos.

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