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El senador del motel y la doble moral

María Elvira Bonilla
07 de agosto de 2011 - 11:00 p. m.

La cruzada del senador José Darío Salazar contra el aborto dio sus primeros frutos: cinco millones de firmas para intentar reversar el derecho de las mujeres colombianas a decidir sobre su propio cuerpo. Amparadas en el fallo de la Corte Constitucional pueden hacerlo en tres situaciones muy concretas: cuando el embarazo sea producto de una violación, exista malformación del feto o la madre corra peligro de muerte.

Para Salazar, ninguno de estos dramáticos escenarios es válido. Es más, habla del abuso de la práctica bajo el amparo de la actual legislación. Olvida que ninguna mujer busca el aborto activamente y que abortar, como lo testifican miles de ellas, puede ser una de las experiencias más devastadoras en la vida de la mujer que se vea obligada a hacerlo, cualquiera que sea la causa.

Acudió a la religión, mejor decir a la moral, y a la ignorancia con que equivocadamente se intenta criminalizar el “yo decido”, para movilizar las bases y la cúpula del Partido Conservador. El fanatismo llevó al senador Salazar a defender, en una entrevista radial, hasta los embarazos producto de las violaciones y se atrevió a decir que como se trataba de un hijo no deseado que entendía que le sería difícil aceptarlo a la mujer violentada, recomendaba tenerlo y entregarlo en adopción. Al fin y al cabo eran muchas las parejas en el mundo que buscaban niños rechazados por sus madres para adoptarlos. La periodista española de La W no daba crédito a las palabras de Salazar. Yo tampoco.

Resulta que este mismo congresista, adalid de la moral pública, que pontifica y legisla en nombre de las mujeres, está investigado por la Corte Suprema de justicia por haberse hecho a un motel en Cali, en condición de depositario de la Dirección Nacional de Estupefacientes. Lo obtuvo por medio de la resolución 1037 del 10 de agosto de 2009, cuando su copartidario Carlos Albornoz era director de la DNE. Se trata de las Residencias Las Pirámides, un motel que le perteneció al narcotraficante Hélmer ‘Pacho’ Herrera, que pasó a manos de la DNE y luego, según los indicios de la Corte, por intermediación de Salazar a las de su primo Javier Salazar Paz. Falta ver cuál pudo ser la retribución que obtuvo el senador por la gestión del motel, un negocio que se lucra del sexo como goce, donde se debe haber concebido más de un niño no deseado, cuyo destino lo tiene trazado el ilustre presidente del Partido Conservador colombiano. ¿Qué pensarán del negocio sus aliadas antiaborto, las distintas iglesias?

Pero Salazar no se queda allí. Se opone también vehementemente al matrimonio entre parejas gays y a la adopción por ellas de niños. Está decidido a impedir que los avances constitucionales asociados al libre desarrollo de la personalidad hagan carrera en el país. Son voces que llegan de las cavernas y que tristemente tienen eco en medio de la ignorancia y el sectarismo que nos carcome. Razón tiene el senador, también conservador, Juan Mario Laserna, cuando dice que la ley no puede invadir ni sustituir la conciencia individual de la mujer. Somos nosotras las únicas que debemos decidir, así le moleste al ilustre padre de la patria.

 

 

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