Una verdadera fundación

En este país, desafortunadamente, pululan las fundaciones chimbas. Aquellas que se constituyen para engañar, estafar y robar a gentes inocentes y al Estado mismo, y que de paso son excelentes mecanismos para pagar menos impuestos.

Supuestamente creadas para trabajar en causas nobles y altruistas —como rezan sus estatutos—, no son entidades sin ánimo de lucro, como lo ordena la ley, sino entidades sinónimo de lucro. Lo peor es que los entes fiscalizadores parecieran comer del mismo plato, porque casi nunca se sabe que sean investigadas, reprendidas o sancionadas. Son otro de los muchos focos de corrupción que nos agobian.

Por eso llama la atención la existencia de una entidad como la Fundación Alvaralice, que cumplió 20 años de una labor encomiable y ejemplar que ha impactado positivamente a miles de personas de los barrios marginados de Cali , Buenaventura y Palmira. Le han otorgado el Estatus Consultivo de las Naciones Unidas, así como la Orden de la Democracia Simón Bolívar del Congreso de la República y la Orden de las Ciudades Confederadas de la Gobernación vallecaucana.

Creada para honrar la memoria del filántropo Álvaro Garcés Giraldo y su señora, Alice Echavarría Olózaga, ha centrado su labor en miles de jóvenes que, mediante diferentes proyectos y programas, han encontrado un rumbo positivo para sus vidas y mejorado sus realidades.

Por ejemplo, gracias a lo aprendido en el Tecnocentro Cultural Somos Pacífico, donde la hermana Alba Estela Barreto ha dejado la impronta de su abnegada devoción por servir a los demás, los muchachos vinculados se han abierto camino.