¿Alguien quiere pensar en los niños?

Sobre todo en los que han tenido todo tipo de posibilidades educativas y acceso a experiencias internacionales, ya están grandecitos y se siguen comportando como menores de edad. De la larga lista de impúberes canosos tomemos el caso de uno de los expresidentes más infantiles (Pastrana está fuera de concurso).

Como se recordará, en vez de liderar su política de drogas con algún apego a la información disponible y contrastable, Duque decretó que la Policía estaba facultada para requisar y sancionar a portadores de la dosis mínima. En nombre de la defensa de las familias, la orden se tradujo en requisas a jóvenes en su mayoría de estratos bajos. Una arbitrariedad inconstitucional con tintes de discriminación social. Y ese era el adulto en el cuarto.

Ante la decisión de derogar el decreto tomada por la administración de Petro, volvimos a confirmar lo inmadura que es una parte amplia de la prensa colombiana. Unos por animadversión a Petro, otros por moralismos igualmente infantiles y algunos más por simple pereza e incapacidad para debatir con argumentos sustentados en investigaciones medianamente rastreables.

Cualquiera sea el caso, fue declarada la entrada inminente de los jíbaros a los corazoncitos y mentes de los más pequeños. El monstruo del narcotráfico y su amiguín el microtráfico se les iban a meter en la lonchera.

Con semejante panorama, cómo discutir seriamente el paso de la prohibición a la regulación que académicos y expertos aconsejan. Cómo hacer para que periodistas y políticos defensores de los niños dejen atrás el síndrome de Peter Pan y se decidan a crecer. De rescatar en medio de tantas piñatas la reacción del ministro de Justicia ante la editorializada opinión de una periodista: “Lo mejor para su hija”, le responde Osuna, “es que usted le explique cuáles son los riesgos de consumir drogas”. Y si decide consumirlas, “es mejor que lo haga en la casa y no en la calle”.

Por fin.