Un encapuchado y sus desaparecidos

Nadie sabe qué es lo que quieren las imágenes. Lo que nos muestran, lo que nos dicen puede cambiar de sentido según y cómo (y cuándo) se lo mire. Un buen ejemplo sería la imagen que ilustró el editorial del jueves pasado, titulado “Ya era hora de reconocer responsabilidad en Orión”.

Y sí, ya era hora de asumir estatalmente la responsabilidad en las irregularidades, los excesos y el terror de la política de Seguridad Democrática del entonces presidente Álvaro Uribe. La imagen le pertenece a Gabby Gil y se compone de cinco afiches con sus letras: “Orión, 20 años resistiendo al olvido”, “Memoria”, “Impunidad”, “Luchando por la verdad”, “Dónde están los desaparecidos de las operaciones militares”, “Orión nunca más”, “Silencio”.

Llama la atención la inclusión de la imagen de un aparente militar uniformado que señala con el dedo. Es, desde luego, la icónica figura del encapuchado al que el fotógrafo Jesús Abad Colorado le dio importancia durante la Operación Orión en la comuna 13 de Medellín, en octubre de 2002.

Una de las imágenes más emblemáticas de la guerra sucia contra las guerrillas.

A diferencia de los militares armados encargados de la operación, el que delata y con el dedo decide el paradero de las personas lleva un pasamontañas que camufla su rostro y hace imposible identificarlo. La estela de un paramilitar. Visible hoy en los pendones que reprodujeron la fotografía original para hablar de memoria e invisibilizado en su momento con altas cargas de discursos patrioteros y antisubversivos.

Aquí no pasó nada... Otra cosa supone la vida social de la reconocida y tantas veces comentada imagen del encapuchado delator. Su andar por aquí y por allá.

La apropiación de la imagen por parte de los interesados en la memoria de la Operación Orión, reducida a una suerte de esténcil fácilmente reproducible, bien podría remitir a uno de los crímenes que por su naturaleza son más esquivos al testimonio visual: los desaparecidos.