Bredunco lo denominaron los indígenas. El joven y viejo Cauca, el río más importante de Colombia, después del Yuma o Magdalena, ha sido tumba, fosa común, inspiración de poetas como León de Greiff (“Oh Cauca de fragoroso peregrinar por chorreras y rocales…”) y ahora, o desde hace algunos años, centro de la construcción de la hidroeléctrica más grande del país.
El Cauca, novelado y cantado, el río indómito, el mismo que ha puesto en vilo la ingeniería, hoy es el ojo de una tormenta que se ha desatado por Hidroituango, un proyecto de las Empresas Públicas de Medellín y la Gobernación de Antioquia, con apoyos financieros nacionales e internacionales. En una región, centro de conflictos, donde en 1997 se presentó la masacre de El Aro; una zona de disputas entre la guerrilla y el paramilitarismo; en una vasta extensión con influencia en 12 municipios antioqueños, el proyecto nació atravesado por distintas polémicas, desde las ambientales hasta las de desplazamientos forzosos de la población.
En marzo de 2013, un poco más de 300 personas de la región afectada, se refugiaron en el coliseo de la Universidad de Antioquia, en Medellín. Expresaron su inconformidad con la construcción de la represa y sus temores por las amenazas de grupos armados. Uno de los líderes campesinos (Nelson Giraldo Posada) que dirigió la toma del recinto universitario fue asesinado en septiembre de ese año. Le propinaron cuatro tiros y lo degollaron en Ituango.
La construcción de la megaobra ha causado diversos impactos sociales y en el ecosistema. La organización Ríos Vivos, defensora de derechos humanos y ambientales de los municipios afectados, denunció en distintos momentos los despojos, inundaciones y desplazamientos, al tiempo que las voces oficiales decían que se habían indemnizado a las comunidades. El taponamiento de los túneles de desviación del cauce milenario del Cauca parece, en esencia, ocultar un drama humano y social de enormes proporciones.
Sigue a El Espectador en WhatsAppSegún Ríos Vivos, los habitantes del cañón del Cauca advirtieron que la situación que hoy se está padeciendo podría ocurrir, “pero la soberbia de Empresas Públicas de Medellín (EPM) y la inacción del Estado han puesto a la región al borde del colapso total”, se dice en un artículo publicado en el sitio La pluma.net, publicado el 14 de mayo de 2018. La vocera Isabel Zuleta, citada en el artículo, dice que “para las comunidades es aterrador ver que un río tan caudaloso se está devolviendo”. El testimonio indica que los pescadores dejaron sus atarrayas; los barequeros, sus molinos y herramientas y que, en la zona, todavía había habitantes de fincas que no fueron compradas.
“No es cierto lo que dice Empresas Públicas de Medellín que habían comprado todos los predios, el gerente le está mintiendo al país, hay fincas que no han sido compensadas”, agrega la portavoz de Ríos Vivos, entidad que, desde hace más de una década, se ha opuesto al proyecto. “Es lamentable que en Colombia no se escuche a las comunidades y su saber ancestral”. Las primeras consecuencias graves de la situación se vivieron en Puerto Valdivia. Ya parece haber en la región una crisis social y un desastre ambiental.
Sin embargo, para el gobernador de Antioquia, todo lo que está acaeciendo no es más que una telenovela, una ficción. Eso dijo en algunos noticiarios. O, como lo calificó al principio de que se filtraran las primeras informaciones (por lo demás, ha habido una gran desinformación al respecto) sobre los sucesos de Hidroituango y el río Cauca, un “pequeño impase”.
El “pequeño impase”, en todo caso, tiene en la incertidumbre y la desazón a los pobladores de los 12 municipios de la zona de influencia de la hidroeléctrica y dejado en la miseria a numerosas familias de Puerto Valdivia. No sobra recordar que, por aquellos breñales, de osos perezosos y guacamayas, de oro y atarrayas, de bosque tropical seco, ha habido cerca de 60 masacres desde la década del noventa y más de 600 desaparecidos.
El Patrón Mono, como llaman al río los barequeros del cañón del Cauca en Antioquia, se ha embravecido contra el denominado “progreso” a ultranza. Sus orillas “caliginosas” se ampliaron con la turbulencia de sus aguas eternas. Hasta ahora, da la impresión de ser muy turbio lo que está pasando con Hidroituango. Tal vez, ese río de la historia esté más contento con el recuerdo de aquella Venus de Bolombolo, la de “los perfectos muslos”, que enloqueció a un poeta de taheña barba, que con las barrabasadas telenovelescas de un farandulero gobernador.