La concepción liberal del poder

El presidente electo de Chile, Gabriel Boric, anunció su gabinete ministerial que, por la orientación ideológica de sus miembros, parece estar un poco alejado de las posiciones extremas que el mismo Boric mostró en el pasado y tiene algunas semejanzas con los equipos de administraciones como las de Ricardo Lagos o Michelle Bachelet, que gobernaron con una concepción liberal del poder. Según algunos analistas, este gabinete obedece a la necesidad pragmática de lograr una coalición que le permita aprobar una agenda de reformas en el Congreso, pero sería muy importante que quienes aspiran a gobernar en nuestros países comprendiesen que, más allá de las afugias políticas de corto plazo, una concepción liberal del poder se justifica por razones mucho más profundas. Porque fue precisamente esa concepción liberal del poder la que hizo posible que muchas sociedades de Occidente alcanzasen los mayores niveles de desarrollo y bienestar jamás imaginados en la historia de la humanidad.

La concepción liberal del poder es un soporte fundamental para el bienestar y el desarrollo porque concibe el Estado como un medio para el avance de la sociedad y para que los individuos puedan editar libremente sus planes de vida, contra una visión organicista que cree que el fin no son las personas, sino el mismo Estado y la oligarquía que tiende a controlarlo; es una concepción del poder que concibe los derechos fundamentales de los individuos como anteriores al Estado, contra una visión que no concibe límites jurídicos al poder; es una concepción que cree en la libertad individual, en la variedad de personalidades, de creencias, de opiniones, contra una visión organicista que solo acepta la armonía y la uniformidad; es una concepción que cree que los individuos son moralmente libres, contra una visión del poder que se siente moralmente superior y trata a los individuos como borregos y con un paternalismo degradante; es una concepción del poder que confía en la libre empresa y en la economía de mercado, contra otra concepción que nacionaliza los medios de producción y pone a burócratas a asignar los recursos productivos; es una concepción del poder que cree en y promueve la sociedad civil, contra otra visión que la detesta y la percibe como amenaza; es una concepción del poder que cree en un Estado moderado y con controles, enfrentada a otra de un Estado despótico y sin controles.

Esa concepción liberal del poder fundamenta la democracia representativa liberal, que es la única posible en las sociedades modernas; una democracia en la que el poder está limitado en el tiempo y en el espacio, que respeta y protege a las minorías con Constituciones contramayoritarias que evitan, precisamente, la tiranía de las mayorías. Es una concepción del poder que se sustenta en la primacía de la división funcional de la sociedad moderna, frente a la división de clases de las sociedades jerárquicas o estamentales, y frente a la división segmentaria de las sociedades del pasado. Qué importante sería que aun quienes aspiran a gobernar con proyectos mesiánicos entendiesen que nuestras sociedades son ya muy diferentes a las del pasado, que el poder es ya difuso, con muchos centros que, al tiempo que ponen freno a las tendencias oligárquicas y despóticas de los gobernantes, promueven la inversión, la creatividad y la innovación para generar más y mejores empleos, y permitir mayores niveles de bienestar y desarrollo.