Media década después de haber arrancado con la liga profesional de fútbol femenino, el balance es agridulce, con más acidez que motivos para celebrar. Sí, por fin tenemos contratos serios y cupos cada vez más amplios para jugadoras profesionales. También han llegado importantes patrocinadores que, entre otras cosas, han fomentado que los partidos sean transmitidos y no tengamos que conformarnos con uno por semana. Varios equipos han adelantado procesos disciplinados que han mostrado sus frutos en el torneo local y en las participaciones internacionales. Pero, a pesar de los avances, este año el torneo duró poco más de dos meses, la mayoría de equipos todavía tratan con descuido a las futbolistas y la hinchada se ha quedado corta en empaparse de esta categoría del fútbol. Hay que seguir insistiendo.
Las jugadoras del Deportivo Cali se coronaron campeonas de esta edición del torneo. Lo merecían, no solo porque durante los meses del torneo mostraron destreza y habilidades esperanzadoras, sino por el trabajo previo. Contrario a lo que ocurre con varios equipos, el Cali adopta compromisos de continuar los procesos incluso cuando no hay campeonato. Eso se vio con resultados en la cancha y es buen augurio para la Copa Libertadores, que empieza en noviembre. Parte de un reconocimiento básico: sin constancia no hay calidad. Así de sencillo.
También es innegable el crecimiento en popularidad del deporte femenino. Gracias a que están transmitiendo más los partidos y los medios los están cubriendo de forma recurrente, las personas están encontrando maneras de apasionarse por las categorías femeninas de sus equipos favoritos. Esto se suma al creciente número de talentosas estrellas de origen nacional, que gracias a la presencia de contratos más serios pueden ser recompensadas de manera apropiada mientras dura el campeonato.
Ahora, los problemas persisten. Como le contó María Morales, volante del Deportivo Cali, a El Espectador: “Empezamos con seis meses [de torneo] y vamos para atrás. Es un aspecto clave, porque de eso depende el desarrollo en todo sentido. Un campeonato de solo dos meses limita mucho, el ritmo de juego se adquiere en la misma competencia y cuando ya se tiene se terminan los partidos”. Tiene toda la razón. Una competición tan corta es ridícula, no permite procesos de largo aliento y deja a la mayoría de las jugadoras en una situación muy precaria. La misma Morales lo dice: “Vivir del fútbol no es rentable, precisamente porque la temporada es muy corta. Nos toca hacer otras cosas, buscar otros trabajos para tener algo de calidad de vida”. No debería ser así.
Las futbolistas colombianas han demostrado que cuando se les da una oportunidad la toman y multiplican los resultados. El fútbol femenino inspira también a futuras generaciones de niñas y adolescentes que pueden empezar a ver en el deporte un proyecto de vida. Por donde se le mire, es una buena inversión. Sabíamos que el proceso iba a ser difícil y largo, pero en cinco años el avance es tremendo. Los clubes de la Dimayor tienen que redoblar compromisos y seguir buscando patrocinadores.
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