El presidente de la República, Gustavo Petro, sigue con su ambivalencia ideológica al momento de evaluar los efectos de las dictaduras en el mundo. Lo que ha identificado bien como fallas y crímenes de Daniel Ortega en Nicaragua no lo ve igual al salir a defender en redes sociales a Cuba, en medio de un intercambio de ataques con el expresidente Iván Duque. Al entrar en dinámicas que parecen más de tuitero que de presidente, el mandatario de los colombianos abandona la defensa de la democracia y cae en juegos que le quitan dignidad al cargo que ostenta. Colombia no puede ser defensora del Sistema Interamericano y al mismo tiempo romantizar la dictadura de los Castro en la isla.
El presidente Petro tiene razón en algo: Colombia nunca debió solicitar la inclusión de Cuba en la lista de países financiadores del terrorismo. El gobierno de Iván Duque, como mencionamos en varios editoriales en su momento, incumplió la promesa que hizo el Estado colombiano al usar la isla como sede de la negociación con la guerrilla del ELN. Los protocolos pactados durante la administración de Juan Manuel Santos dictaban que, en caso de un quiebre en los diálogos, los negociadores de la guerrilla debían poder volver al país sin ser castigados. Pero el entonces presidente Duque se plantó en solicitar a Cuba que los entregara a las autoridades colombianas, algo que la isla no podía hacer. Los efectos de esa decisión han sido costosos para la diplomacia cubana, que fue esencial en los diálogos con las FARC, y es un error que debe enmendarse, aunque los miembros del gobierno anterior no lo reconozcan.
Dicho eso, las comparaciones que hizo el presidente Petro en su cuenta de X no son dignas del cargo que ostenta. Refiriéndose al expresidente Duque, el mandatario actual escribió: “Los Castro cuidaron que los niños tuvieran comida, salud y educación, en cambio tú, Duque, los bombardeaste. Creíste que si morían los niños moría el comunismo, tanta estupidez pensaste. Quizá sea peor la dictadura del que cree que es bendito el matar a 6.402 jóvenes, pensando que así termina el comunismo, que aquella de los Castro”. Esa romantización de Cuba parece compartirla con el presidente de Brasil, Lula da Silva, quien a pesar de ser un defensor de la democracia no desaprovecha espacio internacional para defender la dictadura de la isla.
El régimen cubano eliminó cualquier intento de democracia en ese país. Desde su llegada al poder ha perseguido a opositores, los ha asesinado, desterrado y silenciado. Por el terrible delito de protestar contra el partido único, más de 700 personas fueron detenidas en las cárceles y allí permanecen desde las manifestaciones de 2021. Hay procesos contra artistas solo por tener canciones que hablan de libertad y que se atreven a denunciar los atropellos contra las libertades individuales. Todos los espacios de deliberación en la isla son controlados y afuera hay un aparato diplomático que persigue a los críticos del régimen. Bajo la excusa del bloqueo económico y de la amenaza de Estados Unidos, los Castro crearon un aparato de vigilancia y censura estremecedor. Hasta las brigadas de salud que envían a otros países están manchadas por el bajo pago a los médicos y la confiscación de sus salarios. ¿De verdad eso es lo que el presidente Petro quiere legitimar en medio de sus peleas de X?
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