El reconocimiento de Palestina: hacer lo correcto de manera inadecuada

El Espectador
10 de agosto de 2018 - 05:00 a. m.
La decisión de reconocer a Palestina como un Estado, aunque es una medida necesaria que además sintoniza al país con la posición de Suramérica y de muchos países en el mundo, no debió tomarse a pocos días del fin de un gobierno. / Foto: AFP
La decisión de reconocer a Palestina como un Estado, aunque es una medida necesaria que además sintoniza al país con la posición de Suramérica y de muchos países en el mundo, no debió tomarse a pocos días del fin de un gobierno. / Foto: AFP

La administración de Juan Manuel Santos terminó demostrando que hay una manera inadecuada de hacer lo correcto. La decisión de la Cancillería colombiana de reconocer a Palestina como un Estado, aunque es una medida necesaria, que además sintoniza al país con la posición de Suramérica y de muchos países en el mundo, no debió tomarse de manera silenciosa a pocos días del fin de un gobierno. Colombia debe mantenerse firme en el reconocimiento, pero buscar la manera de tranquilizar la entendible indignación de Israel.

El pasado 3 de agosto, la entonces canciller, María Ángela Holguín, envió una carta a la misión diplomática de Palestina en la cual informaba que Colombia reconocía a Palestina como un Estado libre, independiente y soberano. No se trata de un gesto menor. Nuestro país era uno de los pocos estados en el mundo que se niegan en espacios internacionales a relacionarse con Palestina como Estado soberano. En Suramérica éramos el único país sin ese reconocimiento.

Enmendar ese error era un pendiente histórico. Además, era un acto de justicia necesario para un país que aboga por la paz. Es evidente que Palestina, con sus instituciones y con una población que ha sufrido demasiado tiempo el ser marginada por el orden geopolítico, merece el reconocimiento de su legitimidad y su derecho a existir.

El tema es, por supuesto, espinoso, dado que los palestinos se encuentran en un conflicto con Israel por la delimitación de los territorios que conforman sus países. Esto ha dejado muchísimos esfuerzos de paz frustrados, tragedias personales y rencores de difícil solución. Por eso fue tan importante que en su carta la excanciller reiterara que “Israel tiene derecho a vivir en paz entre sus vecinos”. Colombia no ha sido ni es ajena a la lucha del pueblo judío por existir sin ser agredido.

Más allá de los méritos, lo claro es que el reconocimiento de Palestina iba a causar revuelo, especialmente en Israel. En una carta, la Embajada de ese país dijo que se trataba de una “bofetada contra un aliado fiel”, que además “contradice la calidad de las relaciones y la cercanía entre los países y sus líderes”, y que ellos esperaban haber tenido la oportunidad de discutir la decisión con anterioridad. En ese punto tienen razón. ¿No era mucho más justo, con un tema tan complejo, haber tomado la decisión durante los ocho años de gobierno del presidente Santos? De esa manera, los diplomáticos israelíes tendrían un gobierno en plenas funciones con el cual conversar, aclarar miedos y dudas, y solucionar los obstáculos que esto crea para las relaciones entre los dos países.

Dicho eso, resulta extraña la reacción del nuevo gobierno sobre el tema. El canciller, Carlos Holmes Trujillo, dijo que, aunque durante la transición se discutió el tema, el reconocimiento entrará a revisión. Lo curioso es que el presidente Iván Duque parece haber estado enterado de lo que iba a ocurrir, e incluso en el pasado había favorecido ver a Palestina como un Estado. En entrevista con Caracol Radio, en mayo, dijo que “Colombia debe contribuir a la paz y a tener los dos estados, (fomentar) la convivencia entre el Estado palestino y el Estado de Israel”.

Revertir la decisión, entonces, sería un acto irresponsable e innecesario. Hay manera de reconocer a Palestina sin abandonar el acompañamiento de la protección de Israel. Todo en aras de fomentar la paz. Los esfuerzos del nuevo gobierno deberían centrarse en demostrarle a Israel que seguimos siendo un aliado sólido. Se hizo lo correcto, pero con innecesaria torpeza.

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