La aprobación del Plan de Ordenamiento Territorial (POT) por decreto era un fracaso político anunciado a las pocas semanas de que el Concejo Distrital arrancó sus discusiones. A pesar de tener mayorías habituales entre los concejales, la administración de Claudia López se chocó con escándalos y debates que desencadenaron acusaciones de parte y parte. Lo que terminó ocurriendo fue una avalancha de recusaciones que, en la práctica, hizo que el Concejo perdiera su capacidad de decisión y que todo terminara siendo definido por el Palacio Liévano. Se trata de un contraste con las promesas democráticas de la alcaldesa y una muestra más de que la capital del país tiene muchos obstáculos para implementar planes ambiciosos. Ahora, sin embargo, la pregunta es qué modificaciones se introducirán el año entrante y si por fin el texto aprobado permitirá una modernización de Bogotá.
No tenía presentación que Bogotá siguiera con un POT del 2004. Primero la alcaldía de Gustavo Petro aprobó una modificación que se cayó por problemas de forma y luego la administración de Enrique Peñalosa vio frustradas sus aspiraciones de reforma. Era evidente que el mandato de la alcaldesa López incluía la aprobación de un POT que actualizara la ciudad teniendo en cuenta los nuevos retos que no podían haber sido previstos hace 17 años. Sin embargo, llegó la pandemia y con la crisis un atraso más para actualizar el POT.
Llegamos, entonces, a la mitad del mandato de López con la aprobación, a última hora del año, de un documento controvertido. La crítica de varios gremios y concejales sobre la legitimidad democrática es válida: haberlo aprobado por decreto es una falla en las promesas hechas por la alcaldesa de deliberación democrática. Se trata, por cierto, de un problema histórico en la ciudad: todos los últimos alcaldes intentaron aprobar o aprobaron sus POT mediante decreto. ¿Por qué no podemos construir consensos?
Es una lástima que el trámite del POT en el Concejo se haya frustrado, pero ahora la pregunta es cómo se implementará. Como el decreto tomó el texto presentado en septiembre, sin las modificaciones que se habían acordado, la alcaldesa prometió que en la reglamentación se incluirá el 95 % de las sugerencias que hicieron ciudadanos y concejales. Así debe ser. También estamos de acuerdo con que ciertas discusiones se lleven a cabo después de elecciones, cuando no hay tantos incentivos para la manipulación de temas esenciales para la ciudad.
Sobre los puntos del POT, hay varias buenas noticias. El componente ambiental, tan necesario para enfrentar la emergencia climática, es uno de los grandes triunfos. El aumento de la estructura ecológica principal en un 30 %, la protección de zonas que antes estaban para expansión y la declaración de dos nuevos humedales y cuatro nuevos Parques Ecológicos Distritales de Montaña son medidas necesarias. También es de resaltar las 45 zonas que se convertirán en manzanas de cuidado, habilitando el suelo para la construcción de 60 nuevos colegios, 24 hospitales, así como 171 hectáreas de espacios públicos y peatonales.
Quedan, sin embargo, preguntas sobre el tamaño mínimo de las viviendas y las medidas que se adoptarán para mejorar la movilidad. Todo eso, esperamos, será más claro en los meses venideros. A la fuerza, Bogotá por fin tiene nuevo POT. ¿Servirá para dinamizar la capital?
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