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¿Estancados?

El lunes de esta semana la Organización de Naciones Unidas, a través de su oficina ONU Hábitat, presentó el Informe Mundial Sobre Asentamientos Urbanos 2013, en el que da una serie de lineamientos para cambiar el paradigma de construcción urbana y así poder tener ciudades más habitables.

El Espectador
10 de octubre de 2013 - 10:20 p. m.

 Más humanas. Que se diseñen para los ciudadanos y no para los vehículos que una parte de ellos conducen por la calle.

No sobra decir que el informe, a nivel técnico, no dice cosas tan nuevas: se trata sobre todo de un símbolo político que les repite a los alcaldes del mundo lo que los conocedores urbanos vienen diciendo desde hace un tiempo. Por ese lado, resulta del todo positivo que sea la ONU misma la que lo confirme. Hay que cambiar el paradigma que se le da a la movilidad urbana, esa es la consigna. Es decir, ver el transporte como un medio —y no como un fin— que tiene detrás una necesidad: el desplazamiento hacia algún lugar. Suena lógico, claro, pero de esta forma obvia es como se niegan a gobernarnos nuestros mandatarios.

Así, la ciudad podría reconfigurarse para que las personas no tengan que desplazarse grandes distancias. Construir más autopistas no tiene sentido si la ciudad sigue siendo una mancha demográfica que se expande dejando lejos las zonas administrativas de las industriales y éstas de las de vivienda o de las de estudio. Una especie de ciudad ‘multicéntrica’ es el ideal. Así las distancias, en cada caso particular, se reducirían. Solucionar el trancón se vuelve, en este caso, algo que redunda en la dignidad de las personas.

No es sólo esto: hay que poner en marcha amplias alternativas de transporte público —que tengan concordancia con los ingresos de los ciudadanos más pobres—, así como espacios seguros para los viandantes y los ciclistas. Una ciudad densificada, con grandes edificios, con barrios en los que haya multiplicidad de opciones —no sólo de vivienda— y que pudiera ser menos segregada en su composición social. Es mucho, es cierto, pero es lo que se necesita. Una reconfiguración, si se quiere. Todo un cambio normativo. Repensar la ciudad para hacerla menos inequitativa, también. De 18 países de la región, de acuerdo con el Informe de Inequidad Urbana en América Latina, Colombia encabeza la lista.

Ya traspasando todo esto a Bogotá, se nota que estamos estancados para los estándares que fija la oficina ONU Hábitat. La ciudad no ha dejado de expandirse, de poner cada vez más lejos entre ellas las zonas importantes para la vida de cada ciudadano. Se ahoga en trancones. Y si bien muchos de nuestros alcaldes han tenido iniciativas revolucionarias, la mayoría de los que han estado en los últimos quince años, pensándolo con cabeza fría, no cumple con los requisitos que la ONU impone como necesarios para hacer estas transformaciones: capacidad de liderazgo, voluntad política, transparencia y rendición de cuentas.

Nuestro actual alcalde, Gustavo Petro, tiene ideas que desde este espacio hemos apoyado. La visión de ciudad la compartimos casi en su totalidad. Aparte del hecho de que el POT sea criticado por, justamente, quitar esa parte de una ciudad ‘multicéntrica’ contenida en el anterior, se nos hace acertado en términos generales. Concordante con lo que las urbes necesitan para el futuro. Sin embargo, esa carencia de liderazgo político —muchas veces se queda enfrascado en luchas inútiles contra sus malquerientes— fue el que hizo poner en cuestión su validez. Porque hizo aprobarlo a la brava.

Nunca sobra tener en cuenta este tipo de insumos. Menos cuando tenemos en Colombia cabezas que son expertas en los temas que hemos mencionado. ¿Nos quedaremos estancados para siempre?

 

Por El Espectador

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