Las promesas de la Séptima Papeleta

El Espectador
11 de marzo de 2020 - 05:00 a. m.
"La séptima papeleta buscó promover el voto por la constituyente como el camino para transformar el país”./ Foto: Archivo
"La séptima papeleta buscó promover el voto por la constituyente como el camino para transformar el país”./ Foto: Archivo

Ya van 30 años desde el movimiento estudiantil de la Séptima Papeleta, una pequeña revolución que logró convocar a los ciudadanos en torno a un nuevo pacto social, cambió la historia nacional y le dio al país una valiosa lección de democracia.

A finales de los años 80, Colombia estaba sumida en el caos, la violencia y la desesperanza. El asesinato de Luis Carlos Galán el 18 de agosto de 1989, conmocionó al país y, como respuesta, los estudiantes convocaron la Marcha del Silencio para rechazar la barbarie que se había vuelto cotidiana. Esa manifestación multitudinaria les permitió reconocerse como una fuerza capaz de movilizarse por el futuro y el bienestar colectivo.

Entonces, un grupo de profesores y alumnos de la Universidad del Rosario propuso una fórmula audaz que le daría nombre al movimiento que nació de ella: la Séptima Papeleta. Esta iniciativa pretendía invitar a la ciudadanía a introducir un voto adicional en las elecciones legislativas y municipales de marzo de 1990, donde se depositarían seis papeletas: para senadores, representantes a la Cámara, alcaldes, diputados, concejales y una consulta para elegir al candidato presidencial del Partido Liberal. Ese voto adicional, o séptima papeleta, pedía la convocatoria de una Asamblea Constituyente.

Durante los meses previos a las elecciones, estudiantes de universidades y colegios de todo el país supieron organizarse de forma admirable en un movimiento amplio, diverso e incluyente para promover el voto por la constituyente, convencidos de que era el camino para transformar el país y sacarlo del abismo de violencia y corrupción en que se encontraba. La propuesta tuvo gran acogida en sectores políticos y medios de comunicación. Periódicos como El Espectador cedieron sus páginas para imprimir esa séptima papeleta que los colombianos recortaron y llevaron a las urnas el domingo 11 de marzo de 1990, en la que se leía: “Voto por una Asamblea Constituyente convocada por el pueblo”.

Poco antes de los comicios, la Registraduría anunció que no contaría estos votos formalmente porque no tenía mandato legal para hacerlo. El país nunca supo exactamente cuántas séptimas papeletas se depositaron ese día, a pesar de que estudiantes voluntarios, distribuidos en las mesas de votación, hicieron un conteo y reportaron más de un millón de votos a favor.

Eso fue suficiente para que la Corte Suprema de Justicia reconociera que el pueblo se había expresado de manera contundente y el gobierno de Virgilio Barco dictó el decreto de estado de sitio que ordenaba contabilizar oficialmente los votos por una Asamblea Constituyente en las elecciones presidenciales del 27 de mayo de 1990. Ese día, el 89 % de los electores votó para convocarla.

De esta forma, una votación, inicialmente simbólica, se transformó en un hito que marcó la ruta hacia la Constitución de 1991. Hoy, la Carta Política sigue siendo el referente para construir el país que queremos ser y el movimiento la Séptima Papeleta constituye una de las grandes conquistas sociales de nuestra democracia. También es un ejemplo admirable de los cambios que pueden lograr los ciudadanos cuando creen en las instituciones y se unen por una causa común.

Como escribió la hoy magistrada de la Jurisdicción Especial para la Paz, Julieta Lemaitre: “hace unos años, quienes fueron parte de la Séptima Papeleta, la recuerdan como una época irrepetible de triunfo político y de esperanza, (...) donde aprendieron a negociar, a ceder, a esperar, a insistir, a trasnochar y, en suma, a ser ciudadanos activos”.

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Nota del director 1: Este editorial se modificó para corregir las elecciones que definían las otras seis papeletas en aquella votación.

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Por El Espectador

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