Los símbolos importan

El Espectador
01 de diciembre de 2018 - 05:00 a. m.
El alcalde Hernández siguió una tradición muy colombiana: ofrecer disculpas sin hacerlo en realidad, justificándose y atacando.
El alcalde Hernández siguió una tradición muy colombiana: ofrecer disculpas sin hacerlo en realidad, justificándose y atacando.

Colombia es un país lleno de falsos mártires, líderes con egos rimbombantes que buscan ocultar sus defectos argumentando que se están inmolando por una causa mayor. En el proceso se llevan por delante las formas, las instituciones y al Estado mismo, porque rara vez se sientan a pensar que los símbolos importan.

Esta semana se publicó un video —otro— grotesco. En él, el alcalde de Bucaramanga, Rodolfo Hernández, insulta, grita, amenaza y, finalmente, golpea al concejal de esa ciudad John Claros, cuando este le preguntaba sobre el papel del hijo del burgomaestre en una empresa cuestionada. Detengámonos un momento para digerir esa seguidilla de verbos.

¿Cómo es posible que una situación como esa ocurra entre dos representantes del poder político, personas elegidas por la ciudadanía para dar ejemplo? ¿Es así, acaso, como se supone que deben darse las disputas políticas? ¿Somos un país que no puede escapar la violencia en todas sus manifestaciones?

Tal vez peor aún, posterior a los hechos, el alcalde Hernández siguió una tradición muy colombiana: ofrecer disculpas sin hacerlo en realidad, justificándose y atacando. ¿Y el respeto por la institucionalidad? Perdido, con esos representantes.

Según el alcalde, “yo no le pegué una trompada, le pegué un coscorrón”. Además, dijo que “si yo me pongo a hablar como un embajador, pues me ponen de gorra. Eso es una mafia y la mafia no se puede tratar con vocabulario de embajador”. Finalmente, explicó que “él me estaba diciendo a mí que mi hijo y mi mujer eran unos hijueputas. Entonces, ¿cómo yo puedo reaccionar diferente?”.

¿Cómo reaccionar diferente, alcalde? ¿Qué tal con decencia, con respeto, como lo exige su investidura? ¿Qué tal mostrando altura moral? ¿Qué tal siendo consciente de la posición de poder que usted ostenta? ¿Se siente usted cómodo diciéndoles a todos los colombianos que pueden irse a los golpes ante una provocación? ¿Su movimiento político no se llamaba, luego, “Ética, Lógica y Estética”? ¿Dónde quedaron?

La Procuraduría ordenó la suspensión provisional del mandatario durante tres meses dado que adelanta investigaciones en su contra por faltas graves de comportamiento. Al respecto, el procurador Fernando Carrillo dijo que “uno no puede enlodar el ejercicio de la función pública agrediendo a los ciudadanos. Está abierta la investigación, y tengan la certeza de que acudiré a todas las herramientas que me da la ley para tomar las medidas cautelares del caso porque desde el punto de vista disciplinario esto configura la conducta más grave que puede consagrar una legislación disciplinaria”. Debe haber sanciones.

Sin embargo, el alcalde Hernández recibió la decisión con grandilocuencia. En su cuenta de Twitter escribió: “Ganaron un round, pero tienen la pelea perdida. Nada ni nadie detendrá nuestra decisión de seguir golpeando a la corrupción donde más le duele (... ) Yo estaré de vuelta en tres meses. Ellos... ¡No volverán!”.

Lo dicho: el discurso de mártir es muy útil para ocultar la falta de vergüenza con fallas que nada tienen que ver con la lucha anticorrupción. Lo preocupante es pensar que, como Hernández, abundan líderes en todo el país con las mismas prácticas.

Por El Espectador

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