Nuevos aires entre las dos Coreas

El Espectador
12 de enero de 2018 - 02:00 a. m.
Se trata de un primer paso esperanzador luego de la peligrosa escalada que vivieron Pionyang y Washington en los últimos meses. / AFP
Se trata de un primer paso esperanzador luego de la peligrosa escalada que vivieron Pionyang y Washington en los últimos meses. / AFP

Tras varios meses de alta tensión nuclear, la positiva reunión que sostuvieron el martes anterior delegaciones de Corea del Sur y del Norte —tras dos años de silencio— ha disminuido el clima de pugnacidad entre el dictador Kim Jong-un y Donald Trump. La llamada Diplomacia del Deporte se anota un nuevo triunfo con la aceptación del Norte a participar en los Juegos Olímpicos de Invierno en el Sur y, lo más importante, iniciar diálogos para “resolver las tensiones actuales” en el campo militar. El diálogo es el único camino a seguir.

Es probable que Kim, a pesar de su juventud, sienta que su juego de poder le está saliendo bien. Desde que reemplazó a su padre como dictador, realizó una “limpieza” sobre todos aquellos que representaban una aparente amenaza para su poder absoluto dentro del país. Ordenó ejecutar a su tío y mentor, así como el envenenamiento de su hermano mayor. Ahora, ya amarrado al trono, muestra la cara conciliadora y, a diferencia de lo que sucedió en 1988, cuando su país boicoteó las Olimpiadas de verano en Seúl, se inclina por el entendimiento directo. Así lo anunció en un mensaje de inicio de año, apareciendo como un hábil jugador que es capaz de ir hasta el borde del abismo de la guerra y parar cuando lo desee. Trump, que nunca creyó en el diálogo y desautorizó en público a su secretario de Estado por intentarlo, ahora sale a cobrar al ofrecerse para abrir las conversaciones y manifiesta estar dispuesto a reunirse con Kim. Las volteretas que da la política internacional.

Nada garantiza que el actual deshielo vaya a solucionar los graves problemas que se viven en la península asiática. Sin embargo, se trata de un primer paso esperanzador luego de la peligrosa escalada que vivieron Pionyang y Washington en los últimos meses. Desde que asumió la Presidencia, Kim Jong-un se dedicó a solidificar su poder interno y, al mismo tiempo, posicionarse en el tablero de ajedrez mundial. Esto último, al mostrarse como un actor que no le tiene miedo al juego del equilibrio nuclear. Poco después de posesionado Trump hizo pruebas con misiles, los cuales, cargados con ojivas nucleares, podrían llegar a Estados Unidos. Es decir, que fuera del peligro que ya representaba para sus enemigos en la región, Corea del Sur y Japón, en especial, no tuvo problema en desafiar al nuevo ocupante de la Casa Blanca.

Este intercambio de amenazas, pruebas nucleares subterráneas y misiles que sobrevolaban Japón revivieron episodios de la Guerra Fría. El tema se llevó a Naciones Unidas en varias ocasiones, pero China, aliado y mecenas del Norte, no permitió mayores avances en el Consejo de Seguridad. Apenas hace unas semanas se aprobó una resolución para restringir la venta de petróleo a dicho país. Las presiones para que Pekín asumiera una posición más firme con respecto a Kim Jong-un al parecer están dando resultado. No hay que olvidar que dicho país vive, en buena parte, gracias a la ayuda de su principal aliado y vecino. No es la primera vez que, frente a las dificultades internas, el gobierno en Pionyang decide echarse para atrás siempre y cuando reciba alimentos o petróleo, indispensables para su supervivencia. Entre 1996 y 1998, luego de graves inundaciones, se calcula que murieron cerca de dos millones de personas por inanición. De allí que el sátrapa de turno, Kim Jong-il, padre del actual, aceptara entonces modificar su programa de desarrollo nuclear a cambio de alimentos.

Más allá de la guerra verbal vivida entre Pionyang y Washington, lo cierto es que esta parece ser una oportunidad importante para retomar el necesario diálogo bilateral. Aunque el resultado es incierto, la apuesta por la distensión y el entendimiento bilateral pueden traer algunos resultados positivos.

 

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