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Mientras escribíamos este editorial se acababan de anunciar dos nuevos atentados terroristas en Cauca y el Valle. Con estos han sido por lo menos 19 en las últimas horas, incluyendo explosiones que sacudieron Cali, la capital del Valle. Hay siete personas muertas, más de 40 heridas y poblaciones en medio de la zozobra. El miedo aterrizó de forma contundente, al mismo tiempo que el atentado contra Miguel Uribe Turbay tiene conmocionada a Colombia entera. La respuesta de las autoridades ha sido claramente insuficiente. Los grupos criminales le están mostrando a la Casa de Nariño que pueden hacer mucho daño y que estamos fallando tanto en prevención como en capacidades de reacción inmediata.
Alejandro Éder, alcalde de Cali, lo puso en palabras desesperadas: “Pido a los caleños que colaboren con las autoridades. El Gobierno Nacional debe fortalecer sus capacidades aquí. El ataque contra Cali es un ataque contra Colombia”. Sí, el país está bajo ataque. Lo más frustrante es que estábamos advertidos. Tanto Éder como la gobernadora del Valle, Dilian Francisca Toro, han pedido una y otra vez más apoyo por parte del Gobierno Nacional para reforzar las ciudades y la seguridad. No son los únicos. Los alcaldes de las principales ciudades han dicho que se sienten solos tratando de enfrentar la ola de violencia y el Gobierno Nacional se encuentra desconectado. Lo que estamos viendo comprueba sus principales miedos. Si bien el presidente de la República, Gustavo Petro, se ha concentrado en la tasa de homicidios para asegurar que no hay crisis de seguridad, hechos como los ocurridos ayer lo desmienten.
De poco han servido las promesas desde el Estado central. La vicepresidenta Francia Márquez, aislada dentro del Gobierno y viendo a su Cauca sufrir, dijo que reitera “la necesidad de fortalecer la inteligencia y anticiparnos a estos hechos que generan terror y miedo a la población civil”. El ministro de Defensa, Pedro Sánchez, afirmó que “tenemos que hacer una revisión muy seria en el interior de nuestro esfuerzo público, para mirar por qué no nos estamos anticipando a estos actos terroristas, por qué no los estamos neutralizando antes de que lleguen a ejecutarse”. Tienen el diagnóstico del problema, pero están muy demorados en solucionarlo. El terrorismo triunfa cuando las autoridades no pueden demostrar su capacidad de proteger a todos los ciudadanos.
El problema tiene raíces profundas que este Gobierno no ha querido atender. Como le explicó a El Espectador Laura Suárez Cáceres, estudiosa de esta crisis y directora de seguridad urbana en Probogotá Región, hoy tenemos organizaciones criminales boyantes gracias a los ingresos del narcotráfico, con acceso fácil a armamento sofisticado y con capacidad de actuar dentro de los centros urbanos para garantizar sus propios intereses. En medio de la “paz total” hemos visto un fortalecimiento de estos grupos, al mismo tiempo que las autoridades están desfinanciadas, sin capacidad de acción y con las labores de inteligencia en clara deficiencia. Es una tormenta perfecta para el terror. Nada distinto explica que los grupos criminales estén cobrando vidas hasta en las capitales de departamentos. El mensaje que envían es claro, unívoco y asfixiante: el Estado parece incapaz de detenerlos. Los discursos del Ministerio de Defensa y del mismo presidente se ven opacados por la realidad.
Volvemos a la urgencia de priorizar la seguridad, de fortalecer a la Policía y al Ejército, de recuperar con velocidad el tiempo perdido. No es momento de defenderse en cifras, sino de reconocer que los colombianos están entre el fuego y el terror.
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