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La eutanasia y el fuero interno

Julián Ariza
30 de mayo de 2022 - 05:30 a. m.

En respuesta al editorial del 15 de mayo de 2022, titulado “La dignidad de la vida debe definirla quien la vive”.

La Corte Constitucional es osada al atribuirles a los médicos la misión de sopesar el dolor ajeno. El médico que decide realizar una eutanasia o asistir un suicidio ya determinó en su fuero interno que el dolor del paciente es inaguantable. El médico sabe que no hay escalas ni mediciones precisas para calcular el dolor, porque aunque el sufrimiento es real, es al mismo tiempo subjetivo.

Los especialistas en salud mental han definido que el dolor es más grande cuando está acompañado de soledad, se siente más profundo cuando está lleno de pobreza, se intensifica cuando el doliente se siente como una carga para sus seres queridos. El médico que le sirve a la muerte digna de su paciente (muerte al fin y al cabo) tomó una decisión en favor de un modelo de vida: de la vida sin dolor. Se hizo uno con su paciente, sintió empatía y misericordia al ver ese dolor y sufrimiento.

Ese médico también se mostró empático no solo con el enfermo, sino con el que no tiene tiempo para acompañar, para servir, para consolar.

La validación de la determinación fatal de su paciente es la manera que tiene el profesional de la salud de evitarle más dolores a una sociedad sin tiempo.

El médico no alimenta la muerte, no la sugiere, en su práctica diaria no hace nada diferente a tratar de evitarla, porque esa es su esencia, pero cuando asiste al suicidio o realiza la eutanasia, la está validando. Y en su fuero interno se va alimentando la identificación con la cultura del descarte.

La subjetividad del paciente que sufre (en este momento me pregunto si algún paciente no sufre) lo lleva a tomar una decisión para terminar con el dolor y busca la ayuda de quien estudió para curar o por lo menos para aliviar. Y el alivio viene dado por cercenar la fuente del sufrimiento: la vida misma. La Corte tampoco alienta la muerte, no la patrocina, no la estimula. Lo que hace es permitir que converjan los fueros internos del sufriente y el validador. Entonces confluyen dos subjetividades unidas por un enemigo común: el dolor, el sufrimiento. ¿La solución? La muerte.

¿Qué queda de todo esto? La conclusión lógica es que la vida está en función de la valoración subjetiva del propio dolor, porque no hay un instrumento objetivo que mida el sufrimiento. Si a alguien le parece que su sufrimiento es insoportable y un médico lo valida, tenemos los ingredientes para convocar la muerte.

Pero bien lo menciona el editorialista que causa esta reflexión: la Corte no alienta el suicidio. Esperemos que tampoco aliente el homicidio y que la objeción de conciencia, como un derecho fundamental en el ejercicio del fuero interno, se siga manteniendo.

Estoy totalmente de acuerdo con que la eutanasia, el suicidio médicamente asistido y el aborto, entre otros, son temas que merecen mucho análisis.

Por eso la Corte Constitucional, con toda su autoridad, se queda pequeña para determinar sobre estos temas.

jearvel@gmail.com

Por Julián Ariza

 

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